Test Drive | Page 75

Cuando Picaporte acabó, se encontró más tranquilo y como aliviado, Fix se levantó en bastante mal estado, y mirando a su adversario, le dijo con frialdad: -¿Habéis concluido? -Sí, por ahora. -Entonces, vamos a hablar. -Que yo... -En interés de vuestro amo. Picaporte, como subyugado por esta sangre fría, siguió al inspector de policía, y se sentaron aparte. -Me habéis zurrado --dijo Fix-. Bien lo esperaba. Ahora, escuchadme. Hasta ahora, he sido adversario de mister Fogg; pero, en adelante, voy a ayudarlo. -¡Al fin! --exclamó Picaporte-. ¿Lo creéis hombre honrado? -No -respondió con frialdad Fix-; lo creo un bribón... ¡Chist! No os mováis, y dejadme acabar. Mientras mister Fogg ha estado en las posesiones inglesas, he tenido interés en detenerlo, aguardando un mandamiento de prisión. Todo lo he intentado con ese objeto. He echado detrás de él a los sacerdotes de Bombay, os he embriagado en Hong-Kong, os he separado de vuestro amo, le he hecho perder el vapor de Yokohama... Picaporte seguía escuchando con los puños separados. -Ahora -prosiguió Fix-, mister Fogg regresa, según parece, a Inglaterra. Lo seguiré hasta allí, pero aplicando, para apartar los obstáculos, tanto celo como he empleado hasta ahora para acumularlos. ¡Ya lo véis, mi juego ha cambiado, porque así lo quiere mi interés! Añado que vuestro interés es igual al mío, porque sólo en Inglaterra es donde sabréis si estáis al servicio de un criminal o de un hombre de bien. Picaporte había escuchado a Fix con mucha atención, y se convenció de su buena fe. -¿Somos amigos? -preguntó Fix. -Amigos, no -respondió Picaporte-. Seremos aliados, y a beneficio de inventario, porque, a la menor apariencia de traición, os retuerzo el pescuezo. -Convenido --~dijo tranquilamente el inspector de policía. Once días después, el 3 de noviembre, el "General Grant" entraba en la bahía de la Puerta de Oro y llegaba a San Francisco. Mister Fogg no había ganado todavía, ni perdido, un solo día. XXV Eran las siete de la mañana, cuando Phileas Fogg, mistress Aouida y Picaporte pusieron el pie en continente americano, si es que puede darse ese nombre al muelle flotante en que desembarcaron. Esos muelles, que suben y bajan con la marea, facilitan la carga y descarga de los buques. Allí se arriman los clippers de todas dimensiones, los vapores de todas las nacionalidades, y esos barcos de varios pisos, que hacen el servicio del Sacramento y de sus afluentes. Allí se amontonan también los productos de un comercio que se extiende a Méjico, al Perú, a Chile, al Brasil, Europa, Asia y a todas las islas del Océano Pacífico. Picaporte, en su alegría de tocar, por fin, tierra americana, creyó que debía desembarcar dando un salto mortal del mejor estilo; pero, al dar en el suelo, que era de tablas carcomidas, por poco lo atravesó. Desconcertado del modo con que se había apeado, dio un grito formidable, que hizo volar una bandada de cuervos marinos y pelícanos, huéspedes habituales de los muelles movedizos. Tan luego como mister Fogg desembarcó, preguntó a qué hora salía el primer tren para Página 75