¡Ciertamente que el pobre' mozo se sintió muy compungido -triste recuerdo de la juventud-,
cuando endosó su traje de la Edad Media, adomado de alas multicolores, y se vio aplicar
sobre la cara una nariz de seis pies! Pero, al fin, esa nariz era su pan, y tuvo que resignarse p
dejársela poner.
Picaporte entró en escena y fue a colocarse con aquellos de sus compañeros que debían
figurar la base de la carroza de Jaggernaut. Todos se tendieron por tierra, con la nariz elevada
hacia el cielo. Una segunda sección de equilibristas se colocó sobre los largos apéndices, una
tercera después, y luego una cuarta, y sobre aquellas narices, que sólo se tocaban por la punta,
se levantó un monumento humano hasta la cornisa del teatro.
Los aplausos redoblaban, y los instrumentos de la orquesta resonaban como otros tantos
truenos, cuando, conmoviéndose la pirámide, el equilibrio se rompió, y, saliéndose de quicio
una de las narices de la base, el monumento se desmoronó cual castillo de naipes...
Tuvo de esto la culpa Picaporte, quien, abandonando su puesto, saltando del escenario sin el
auxilio de las alas, y trepando por la galería de la derecha, caía a los pies de un espectador,
exclamando:
-¡Amo mío! ¡Amo mío!
-¿Vos?
-¡Yo!
-¡Pues bien! ¡Entonces, al vapor, muchacho!
Mister Fogg, mistress Aouida, que le acompañaba, y Picaporte, salieron precipitados por los
pasillos, pero tropezaron fuera del barracón con el honorable Batulcar, furioso, que reclamaba
indemnización por la "rotura". Phileas Fogg apaciguó su furor echándole un puñado de
billetes de banco, y a las seis y media, en el momento en que iba a partir, mister Fogg y
mistress Aouida ponían el pie en el vapor americano, seguidos de Picaporte, con las alas a la
espalda y llevando en el rostro la nariz de seis pies, que todavía no había podido quitarse.
XXIV
Fácil es comprender lo acontecido a la vista de Shangai. Las señales hechas por la
"Tankadera" habían sido observadas por el vapor de Yokohama. Viendo el capitán la bandera
de auxilio, se dirigió a la goleta, y algunos instantes después, Phileas Fogg, pagando su pasaje
según lo convenido, metía en el bolsillo del patrón John Bunsby ciento cincuenta libras.
Después, el honorable gentleman, mistresss Aouida y Fix, subían a bordo del vapor, que
siguió su rumbo a Nagasaki y Yokohama.
Llegado el 14 de noviembre,a la hora reglamentaria, Phileas Fogg, dejando que Fix fuera a
sus negocios, se dirigió a bordo del "Carnatic", y allí supo, con satisfacción de mistress
Aouida, y tal vez con la suya, pero al menos lo disimuló, que el francés Picaporte había
llegado, efectivamente, la víspera a Yokohama.
Phileas Fogg, que debía marcharse aquella misma noche para San Francisco, se decidió
inmediatamente a buscar a su criado. Se dirigió en vano a los agentes consulares inglés y
francés, y, después de haber recorrido inutilmente las calles de Yokohama, desesperaba ya de
encontrar a Picaporte, cuando la casualidad, o tal vez una especie de presentimiento, lo hizo
entrar en el barracón del honorable Batulcar. Seguramente que no hubiera reconocido a su
criado bajo aquel excéntrico atavío de heraldo; pero éste, en su posición invertida, vio a su
amo en la galería. No pudo contener un movimiento de su nariz, y de aquí el rompimiento del
equilibrio y lo que se siguió.
Esto es lo que supo Picaporte de boca de la misma mistress Aouida, que le refirió entonces
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