-¿Qué sabéis, puesto que ni siquiera lo conocéis? ¡Habéis entrado a servirle el día de su
partida, y se marchó precipitadamente con ese pretexto insensato, sin equipaje y llevándose
una gruesa suma de billetes de banco! ¿Y os atrevéis a sostener que es hombre de bien?
-¡Sí! ¡Si? -repetía maquinalmente el pobre mozo.
-¿Queréis, pues, que os prenda como cómplice suyo?
Picaporte se había asido la cabeza con ambas manos. No parecía el mismo. No se atrevía a
mirar al inspector de policía. ¡Phileas Fogg, ladrón, el salvador de Aouida, el hombre
generoso y valiente! ¡Y, sin embargo, cuántas presunciones contra él! Picaporte trataba de
rechazar las sospechas que invadían su entendimiento. No quería creer en la culpabilidad de
su amo.
-En fin, ¿qué queréis de mí? -Preguntó al agente de policía, conteniéndose por un supremo
esfuerzo.
-Esto -respondió Fix-. He seguido a mister Fogg hasta aquí, pero no he recibido todavía el
mandamiento de prisión que he pedido a Londres. Es necesario que me ayudéis a detemerio
en Hong-Kong...
-¡Yo! ¿Que ayude a ... ?
-¡Y partiremos la prima de dos mil libras prometidas por el Banco de Inglaterra!
-¡Jamás! -respondió Picaporte, que se quiso levantar y volvió a caer sintiendo que su razón
y sus fuerzas le faltaban a un t»empo-. Señor Fix –dijo tartamudeado-, aun cuando fuese
verdad todo lo que me habéis dicho... aun cuando mi amo fuese el ladrón que buscáis... lo
cual niego... he estado... estoy a su servcio... lo conozco como bueno y generoso ...
Venderlo... jamás... no, por todo el oro del mundo ... ¡Soy de un lugar donde no se come pan
de esa especie!
-¿Os negáis?
-Me niego.
-Supongamos que nada he dicho -respondió Fix- y bebamos.
-Sí, bebamos.
Picaporte se sentía cada vez más invadido por la embriaguez. Comprendiendo Fix que era
necesario a toda costa separarlo de su amo, quiso rematarlo. Habia sobre la mesa algunas
pipas cargadas de opio. Fix puso una en manos de Picaporte, quien la tomó, la llevó a los
labios, la encendió, respiró algunas bocanadas, y cayó con la cabeza aturdida bajo la
influencia del narcótico.
-En fin -dijo Fix al ver a Picaporte anonadado-, mister Fogg no recibirá a tiempo el aviso de
la salida del "Camatic"; y, si parte, al menos se irá sin ese maldito francés.
Y luego salió, después de haber pagado el gasto.
XX
Durante esta escena, que iba, quizá, a comprometer gravemente el porvenir de mister Fogg,
éste se paseaba con Aouida por las calles de la ciudad inglesa. Desde que la joven había
aceptado la oferta de conducirla a Europa, mister Fogg había tenido que pensar en todos los
pormenores que requiere tan largo viaje. Que un inglés como él diese la vuelta al mundo con
un saco de noche, pase; pero una mujer no podía emprender semejante travesía, en tales
condiciones. De aquí resultaba la necesidad de comprar vestidos y objetos necesarios para el
viaje. Mister Fogg hizo este servicio con la calma que le caracterizaba, y a todas las excusas y
observaciones de la joven viuda, confundida con tanto obsequio, respondió invariablemente:
-Esto es en interés de mi viaje; está en mi programa.
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