Huérfana, fue casada a pesar suyo con ese viejo rajá de Bundelkund. Tres meses después
enviudó, y sabiendo la suerte que le esperaba se escapó, fue alcanzada en su fuga, y los
parientes del ra á, que teníi
an interés en su muerte, la condenaron a este suplicio, del cual era difícil que escapara.
Esta relación tenía que arraigar en mister Fogg y sus compañeros su generosa resolución. Se
decidió que el guía conduciría el elefante hacia la pagoda de Pillaji, a la cual debía acercarse
todo lo posible.
Media hora después se hizo alto en un bosque a quinientos pasos de la pagoda, que no podía
percibirse, pero los alaridos de los fanáticos se oían con toda claridad.
Los medios para llegar hasta la víctima fueron entonces discutidos. El guía conocía apenas
esa pagoda de Pillaji, en la cual afirmaba que la joven estaba encarcelada. ¿Podía penetrarse
por una de las puertas cuando toda la banda estuviese sumida en el sueño de la embriaguez, o
sería necesario practicar un boquete en la pared? Esto no podía decidirse sino en el momento
y en el lugar mismo; pero lo indudable era que el rapto debía verificarse aquella misma noche,
y no cuando la víctima