porque a cada nueva dificultad debíais renovar vuestro valor y fortaleza; porque os rodeaba el
peligro y la muerte y debíais vencer ambas. Por esto la llamabais gloriosa, porque era una empresa
digna. La posteridad os aclamaría como bienhechores de la humanidad; se veneraría vuestro nombre,
como el de aquellos hombres valerosos que se enfrentaron con honor a la muerte en beneficio de la
especie humana. ¡Y mirad ahora!: con la primera impresión de peligro, o, si lo preferís, la primera
gran prueba, vuestro valor se desvanece y estáis dispuestos a pasar por hombres que no tuvieron la
fuera suficiente para afrontar el frío y el peligro...; los pobres tenían frío y volvieron junto a sus
chimeneas. En verdad que para esto no se hubieran requerido tantos preparativos; no teníais por qué
haberos aventurado hasta aquí, ni hacer pasar a vuestro capitán por la vergüenza del fracaso, para
demostrar que sois unos cobardes. ¡Sed hombres!, ¡sed más que hombres! Sed fieles a vuestros
propósitos, firmes como las rocas. Este hielo no está hecho del mismo material del que podrían estar
hechos vuestros corazones; es vulnerable, no puede venceros si os empeñáis en que no lo haga. No
volváis a vuestras familias con la frente marcada por el estigma de la vergüenza. Regresad como
héroes que lucharon y vencieron y que desconocen lo que es darle la espalda a su enemigo.
A lo largo del discurso, su voz se había ido adaptando tan bien a los distintos sentimientos que
expresaba, y sus ojos brillaban tan llenos de heroísmo y sana ambición, que no fue de extrañar que
mis hombres se conmovieran. Se miraron unos a otros, sin saber qué decir. Yo me dirigí a ellos, y les
rogué que recapacitaran sobre lo que habían oído; añadí que por mi parte no seguiría avanzando
hacia el norte en contra de su voluntad, pero que esperaba que, tras considerarlo, recobraran el valor
perdido.
Salieron, y me volví hacia mi amigo; pero se hallaba muy abatido y casi privado de aliento.
Ignoro cómo concluirá todo esto; pero preferiría la muerte a regresar, cubierto de vergüenza, sin
haber podido alcanzar mis objetivos. Sin embargo, temo que ese sea mi destino; sin el ánimo que les
pudiera infundir la idea de la gloria y el honor, mis hombres jamás se avendrán a proseguir sus
actuales penurias.
7 de septiembre
¡La suerte está echada!, he accedido a nuestro regreso si los hielos nos lo permiten. Veo truncadas
mis esperanzas por la cobardía y la indecisión; regreso desilusionado e ignorante. Necesitaría más
tolerancia de la que me ha sido dada para sufrir esta injusticia con paciencia.
12 de septiembre
Todo ha concluido; vuelvo a Inglaterra. He perdido mis esperanzas de gloria y mi ansia de servir a
la humanidad; y he perdido a mi amigo. Pero trataré, querida hermana H