sólo por costumbre o contacto, sino por sus cualidades personales; y donde quiera que me encuentre,
la apacible voz de Elizabeth y la conversación de Clerval siempre susurrarán en mis oídos. Ellos han
muerto; y en mi soledad sólo hay un objetivo que pueda inducirme a conservar la vida. Si me
encontrara realizando una importante empresa que revistiera utilidad para mis semejantes, podría
seguir viviendo para concluirla. Pero no es éste mi sino; debo perseguir y destruir al ser que creé; y
entonces, sólo entonces habré cumplido mi cometido en la tierra y podré morir.
2 de septiembre
Mi querida hermana:
Te escribo acechado por un grave peligro, e ignoro si el destino me permitirá volver a ver mi
querida Inglaterra y a los amigos que allí viven. Me cercan montañas de nieve que impiden la salida y
amenazan a cada momento con aplastar el barco. Los valerosos hombres, a quienes convencí de que
me acompañaran, vienen a mí en busca de una solución; pero no tengo ninguna que ofrecer. Hay algo
terriblemente espantoso en nuestra situación, pero aún conservo la confianza y el valor. Quizá
sobrevivamos; y, si no, como Séneca, moriré con buen ánimo.
¿Pero cuáles serán tus pensamientos, Margaret? No sabrás que he muerto, y esperarás
ansiosamente mi regreso. Pasarán los años, y vivirás momentos de desesperación, pero siempre te
atenazará la tortura de la esperanza. ¡Mi querida hermana!, la horrible desilusión de tus esperanzas
me resulta más terrible aún que mi propia muerte. Pero tienes a tu marido y a tus hermosos hijos; y
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