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largo rato de meditación, llegué al convencimiento de que acceder a lo que me pedía era algo que les debía a él y a mis semejantes. Consecuentemente, volviéndome hacia él, le dije: Accedo a la petición, bajo la solemne promesa de que abandonarás para siempre Europa, y de que evitarás cualquier otro lugar que el hombre frecuente, en cuanto te entregue la compañera que ha