sentimientos y me ha hecho olvidar las efímeras preocupaciones de la vida. Decidí ir solo, pues
conocía bien el camino, y la presencia de otro hubiera destruido la grandiosa soledad del paraje.
El ascenso es pronunciado, pero el sendero zigzagueante permite escalar la enorme
perpendicularidad de la montaña. Es un paraje de terrible desolación. Múltiples lugares muestran el
rastro de aludes invernales; hay árboles tronchados esparcidos por el suelo; unos están totalmente
destrozados, otros se apoyan en rocas protuberantes o en otros árboles. A medida que se asciende más,
el sendero cruza varios heleros, por los cuales caen sin cesar piedras desprendidas. Uno de entre ellos
es especialmente peligroso, pues el más mínimo ruido ––una palabra dicha en voz alta produce una
conmoción de aire suficiente para provocar una avalancha. Los pinos no son enhiestos ni frondosos,
sino sombríos, y añaden un aire de severidad al panorama.
Miré el valle a