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Caballo de Troya J. J. Benítez Marta entró de nuevo en la casa y, tomando aparte a su hermana, le dio la noticia de la llegada del Maestro. Mis interlocutores debieron notar mi extrañeza ante este gesto de la hermana mayor de Lázaro y, adentrándose a mis pensamientos, aclararon: -Entre las numerosas personas que habían acudido hasta esta casa se contaban algunos enemigos de Jesús; Marta, procurando evitar cualquier incidente, estimó oportuno no hablar en público de la reciente llegada a Betania del rabí. Es más: su intención fue permanecer en la casa, con los amigos y familiares, mientras María acudía en busca de Jesús. Pero la súbita e impetuosa salida de la hermana menor alarmó a los presentes, que la siguieron, creyendo que María se dirigía a la tumba de su hermano. »Cuando Maria llegó hasta el Maestro, se arrojó igualmente a sus pies, exclamando: "¡De haber estado tú aquí, mi hermano no hubiera muerto!" El grupo, al ver a Jesús con las dos hermanas, permaneció a una prudencial distancia En aquellos momentos, mientras el rabí las consolaba, muchos de los amigos y parientes reanudaron sus lamentaciones y gemidos. »El sol había empezado ya a desplazarse hacia el oeste cuando Jesús preguntó a Marta y a María : «¿Dónde está?» La «señora» le respondió: «Ven y verás.» Y las hermanas le condujeron hasta la hacienda, atravesando el huerto. Cuando estuvieron frente a la gran peña, Marta le señaló la losa que cerraba el panteón familiar mientras María -presa de un nuevo ataque- se arrodillaba a los pies del Galileo, sollozando y hundiendo el rostro en la tierra. Se hizo un gran silencio y los que estábamos cerca del rabí vimos cómo sus ojos se humedecían y varias lágrimas corrieron por sus mejillas. Uno de los amigos de Jesús, al verle llorar, exclamó: «Ved cómo le quería. Aquel que ha abierto los ojos a los ciegos, ¿no podría impedir que este hombre muera?» »Pero otros de los allí congregados, implacables detractores del Maestro, aprovecharon aquella oportunidad para ridiculizar a Jesús, diciendo: «Si tenía en tan alta estima a este hombre, ¿por que no ha salvado a su amigo? ¿De qué sirve curar en Galilea a extraños si no puede salvar a los que ama?... » »Jesús, sin embargo, permaneció en silencio. Entonces, levantando a María, la estrechó entre sus brazos, aliviando su aflicción. -¿Qué hora era? -Faltaba muy poco para la nona. En ese momento, el rabí, dirigiéndose a algunos de sus discípulos, les ordenó: «¡Levantad la piedra!» Pero Marta, adelantándose hacia el Maestro, le preguntó: «¿Debemos mover la piedra de costado?» Interrogué a los amigos de Lázaro sobre el significado de aquella pregunta de la «señora». Sinceramente, no terminaba de comprender. ¿Qué había querido decir? -Marta, al igual que el resto de los allí presentes -me explicaron- entendimos que Jesús deseaba ve