Caballo de Troya
J. J. Benítez
Pronto comprobé que aquellas gentes eran, casi en su totalidad, galileos llegados en sucesivas
caravanas y que, de acuerdo con una ancestral costumbre, solían acampar a este lado de la
ciudad. La fiesta de la Pascua, una de las más solemnes del año, reunía en Jerusalén a cientos
de miles de israelitas, procedentes de las distintas provincias y del extranjero. Aquel año,
además, la solemnidad era doblemente importante, al coincidir dicha Pascua en sábado1.
El alojamiento en Jerusalén debía ser harto difícil y los peregrinos terminaban por
acomodarse en los alrededores.
Entre las tiendas distinguí a decenas de mujeres y niños, ocupados en animadas
conversaciones o afanados en el arreglo de sus frágiles pabellones de pieles y telas
multicolores. A pesar de no estar obligados a participar en la fiesta, estaba claro que las
familias judías acudían en su totalidad hasta la ciudad santa. Y allí permanecían durante los
días y noches previos a los sagrados ritos de la ofrenda y de la cena pascual.
Mientras caminaba entre aquella multitud alegre, variopinta y parlanchina empecé a intuir
cómo pudo ser -cómo iba a ser- la entrada triunfal de Jesús de Nazaret en las primeras horas
de la tarde del domingo en Jerusalén...
Con gran contento por mi parte, ninguno de los acampados o de los peregrinos que se
cruzaban conmigo mostraban el menor asombro al verme. Sin embargo, mi inquietud creció al
divisar al fondo del camino un grupo de jinetes, perteneciente a la guarnición romana en
Jerusalén, que regresaba seguramente a sus acuartelamientos en la fortaleza Antonia. Como
medida precautoria, y fingiendo cansancio, me senté al borde del sendero, al pie de una de las
tiendas. Instintivamente me llevé la mano al oído y bajando el tono de mi voz comuniqué a
Eliseo la proximidad de la patrulla.
Mi hermano, previa consulta al ordenador, me proporcionó algunos datos sobre los soldados:
Puede tratarse de una pequeña unidad -una turmae- formada por unos treinta y tres jinetes.
La legión con base en Cesarea dispone de 5600 hombres, de los que 120 pertenecen a la
caballería. La presencia de una de las cu