Caballo de Troya
J. J. Benítez
inexcusablemente para el día 30 de enero de 1973. Era el momento perfecto por varías
razones: en primer lugar, porque el montaje de los equipos electrónicos de la estación
receptora del Big Bird debería iniciarse entre el 20 y 25 de ese mismo mes de enero. En
segundo término, porque, en esas fechas, la afluencia de peregrinos a los Santos Lugares
experimentaría un notable descenso. Por último, porque el grupo deseaba honrar así la
memoria de uno de los hombres más grandes de la humanidad: Mahatma Gandhi. Justamente
en ese 30 de enero de 1973 se celebraría el 25 aniversario de su muerte.
Por supuesto, la razón primordial era la primera. Caballo de Troya necesitaba una semana
para el ensamblaje y chequeo general de la «cuna». El general Curtiss, a la hora de redactar el
proyecto de instalación del laboratorio receptor de fotografías vía satélite, había impuesto una
condición que fue entendida y aceptada por Golda Meir y su gabinete: dado el carácter
altamente secreto de los scanners ópticos utilizados y de algunos elementos electrónicos, el
montaje del instrumental debería correr a cargo -única y exclusivamente- de los
norteamericanos. La seguridad y vigilancia interior de la estación, mientras durase esta fase,
sería misión ineludible de los Estados Unidos. El Gobierno de Israel tendría a su cargo la
protección exterior, pudiendo participar en el proyecto una vez ultimado dicho ensamblaje. Esta
argucia no tenía otra justificación que mantener alejados a los judíos, permitiéndonos así el
desarrollo completo de nuestro verdadero programa.
El salto en el tiempo -programado, como digo, para el martes, 30 de enero- había sido
limitado a un total de once días. Caballo de Troya disponía, por tanto, de un máximo de tres
semanas para la puesta a punto de la «cuna», para la ejecución de la aventura propiamente
dicha y para V