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Caballo de Troya J. J. Benítez Si apuntaré, no obstante, que el delicado sistema de retroceso y ajuste de los ejes del tiempo de los swivels en las fechas programadas por el equipo resultaron asombrosamente precisos, gracias a la revolucionaria red de computadores1 que había servido desde un comienzo para la localización de los swivels y que fueron incorporados al sistema de inversión de masa. Como es natural, de poco hubiera servido aquel gigantesco esfuerzo si nuestra tecnología no hubiera sido capaz de modificar los haces de los swivels -y concretamente los ejes del tiempoforzándolos a los nuevos ángulos. La red de ordenadores, por un complejo procedimiento, llegó a afinar ese «traslado» de los «ejes» y, en definitiva, del módulo> con un error de «más-menos dos horas» en las fechas deseadas. Y al fin llegó el gran día. El general Curtiss nos convocó a una reunión de urgencia. Los hombres de la Operación Caballo de Troya -siempre bajo el mando de Curtiss- perfilaron media docena de «viajes», a cual más fascinante. Sin embargo, la lógica y un estricto sentido del orden hacían poco recomendable la puesta en marcha de varios proyectos a un mismo tiempo. Había que decidirse por una primera exploración, sin relegar por ello al olvido el resto de las proposiciones. Tras muchas horas de debate, y por unanimidad, la cumbre de científicos y especialistas -en sesión de urgencia en la base de Edwards- eligió tres «momentos» de la historia de la humanidad como posibles e inmediatos candidatos para una elección final. Era el 10 de marzo de 1971. Los tres objetivos en cuestión fueron los siguientes: 1.º Marzo-abril del año 30 de nuestra era. Justamente, los últimos días de la pasión y muerte de Jesús de Nazaret. 2.º El año 1478. Lugar: Isla de Madera. Objetivo: tratar de averiguar si Cristóbal Colón pudo recibir alguna información confidencial, por parte de un predescubridor de América, sobre la existencia de nuevas tierras, así como sobre la ruta a seguir para llegar hasta ellas. 3.º Marzo de 1861. Lugar: los propios Estados Unidos de América del Norte. Objetivo: conocer con exactitud los antecedentes de la guerra de Secesión y el pensamiento del recién elegido presidente Abraham Lincoln. 1 Aunque tampoco considero oportuno desvelar la naturaleza íntima de este formidable conjunto de ordenadores, sí puedo aclarar que, a diferencia de los sistemas tradicionales de computadores, los utilizados en la Operación Caballo de Troya no están integrados por circuitos electrónicos. Es decir, por tubos de vacío, componentes basados en el estado sólido, tales como transistores o diodos sólidos, conductores y semiconductores, inductancias, etc., sino por unos órganos integrados topológicamente en cristales estables llamados «amplificadores nucleicos». Su característica principal es que en ellos no se amplifican las tensiones o intensidades eléctricas como en los amplificadores comunes, sino la potencia. Una función energética de entrada inyectada al amplificador nucleico es reflejada en la salida en otra función analíticamente más elevada. La liberación controlada de energía se realiza a expensas de la masa integrada en el amplificador, y el fenómeno se verifica dimensionalmente a escala molecular. En el proceso intervienen los suficientes átomos para que la función pueda ser considerada macroscópicamente como continua. En cuanto a la estructura básica de estos superordenadores -y también con carácter puramente descriptivo- puedo decir lo siguiente: Los computadores digitales usados corrientemente utilizan generalmente una memoria central de núcleos magnéticos de ferrita y diversas unidades de memoria periférica, de cinta magnética, discos, tambores, varillas con banda helicoidal, etc. Todas ellas son capaces de acumular, codificados magnéticamente, un número muy limitado de bits, aunque siempre se hable de cifras de millones de dígitos. Las bases técnicas, en cambio, de los ordenadores del proyecto Caballo de Troya -basados en el titanio- son distintas. Sabemos que la corteza electrónica de un átomo puede excitarse, alcanzando los electrones diversos niveles energéticos que llamamos «cuánticos». El paso de un estado a otro lo realiza liberando o absorbiendo energía cuantificada que lleva asociada una frecuencia característica. Así, un electrón de un átomo de titanio puede cambiar de estado en la corteza, liberando un fotón, pero en el átomo de titanio, como en otros elementos químicos, los electrones pueden pasar a varios estados emitiendo diversas frecuencias. A este fenómeno lo denominamos «espectro de emisión característico de este elemento químico», que permite identificarlo por valoración espectroscópica. Pues bien, si logramos alterar a voluntad el estado cuántico de esta corteza electrónica del titanio, podemos convertirlo en portador, almacenador o acumulador de un mensaje elemental: un número. Si el átomo es capaz de alcanzar, por ejemplo, doce o más estados, cada uno de esos niveles simbolizará o codificará un guarismo del cero al doce. Pero una simple pastilla de titanio consta de billones de átomos. Podemos imaginar, pues, la información codificada que será capaz de acumular. Ninguna otra base macrofísica de memoria puede comparársele. De momento, no me es lícito explicar cómo conseguimos la excitación de esos átomos del titanio... (N. del m.) 44