Caballo de Troya
J. J. Benítez
Salté del taxi y crucé la acera, mirando de reojo hacia mi izquierda. Aunque fue cuestión de
segundos, pude percibir cómo uno -el que permanecía al volante- se agitaba, tocando con
precipitación el hombro de su compinche, que se hallaba leen o un periódico. No sé qué pudo
suceder después. Me colé en el hall como una exhalación, evitando el ascensor. Gracias al cielo,
el recepcionista se encontraba de espaldas y presumo que no me vio desaparecer escaleras
arriba.
Jadeando y maldiciendo el tabaco irrumpí en mi habitación, en el momento preciso en que
sonaba el teléfono. Traté de recobrar el pulso y lo dejé sonar un par de veces. Al descolgarlo
reconocí la voz del recepcionista:
Disculpe, señor -anunció el empleado en un tono muy poco convincente-, ¿me dijo usted que
le llamara a las cinco y media o a las seis y media...?
Me dieron ganas de ponerle como un trapo. Pero disimulé, dando por sentado que junto al
recepcionista debía encontrarse alguno de los agentes, sino los dos...
-A las seis y media, por favor -respondí con voz seca y cortante.
-Disculpe, señor... Ha sido un error.
Acepté las disculpas y, por lo que pudiera ocurrir, me desnudé, dando buena cuenta del
olvidado almuerzo. Eran las cinco y media de la tarde. Si el FBI tragaba el cebo y estimaba que
todo había sido una confusión y que yo no me había movido para nada de mi habitación, quizá
aquellas últimas horas en Washington no fueran demasiado difíciles. Pero, ¿y si no era así?
Había que salir de dudas.
Y empecé a maquinar un nuevo plan. Era necesario que averiguase hasta qué punto creían
en mis palabras...
Mi preocupación, como es fácil adivinar, estaba centrada en los documentos. Tenía que
ponerlos a salvo a cualquier precio. Pero, ¿cómo? Pasé más de media hora reconociendo y
explorando hasta el último rincón de la habitación. Sin embargo, ninguno de los posibles
escondites me pareció lo suficientemente seguro. Llegué, incluso, a desenroscar la alcachofa de
la ducha, considerando la posibilidad de enrollar y ocultar parte del diario del mayor en el tubo
que sobresalía algo más de 35 centímetros de la pared del baño. Gracias a Dios, el instinto o la
intuición -o ambos a un mismo tiempo- me hicieron recelar y, finalmente, me decidí por la
solución más simple... y arriesgada. Perforé cuidadosamente el segundo cilindro y extraje otro
paquete de folios, igualmente protegido en una funda de plástico transparente y
minuciosamente grapada.
Arrojé todas las grapas en el interior de la botella de vino, que había quedado medio vacía, y
con la ayuda de varias tiras de cinta adhesiva, sujeté ambos mazos de folios a mi pecho y
espalda, respectivamente.
Después me vestí cuidadosamente, procediendo a rellenar los cartuchos de cartón con rollos
de fotografía, aún sin estrenar. Los deposité en el fondo de la bolsa de las cámaras y retiré las
películas de ambas máquinas, sustituyéndolas por otras, aún vírgenes.
Mi propósito era salir del hotel, a cuerpo descubierto y dejar el campo libre a los tipos del
FBI. Corría el gravísimo peligro de que, en lugar de registrar mi habitación, optaran por
seguirme y cachearme. En este segundo supuesto, los documentos habrían volado en cuestión
de minutos.. En previsión de que esa delicada circunstancia llegara a hacerse realidad, guardé
los rollos de TRI-X y de diapositivas que había obtenido en mi reciente investigación en México,
así como las imágenes de Arlington, en los bolsillos de la zamarra y del pantalón. «En caso de
registro -pensé- siempre es mejor que localicen primero las películas. Quizá se den por
satisfechos y se olviden del resto...»
No es que aquella estratagema me convenciera excesivamente pero, ¿qué otra cosa podía
hacer?
Corté las colas de las películas de una decena de rollos, todavía sin emplear, y los alineé
sobre el reducido escritorio, simulando que se trataba del fruto de mi trabajo gráfico en
aquellos últimos días.
A las seis y quince minutos tomé una hoja de papel, con el membrete del hotel, y escribí con
trazos descuidados:
Viernes (6-XI-81)... llamar a D. Garrón a las 13 horas (teléfono 6525783).
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