Test Drive | Page 31

Caballo de Troya J. J. Benítez Salté del taxi y crucé la acera, mirando de reojo hacia mi izquierda. Aunque fue cuestión de segundos, pude percibir cómo uno -el que permanecía al volante- se agitaba, tocando con precipitación el hombro de su compinche, que se hallaba leen o un periódico. No sé qué pudo suceder después. Me colé en el hall como una exhalación, evitando el ascensor. Gracias al cielo, el recepcionista se encontraba de espaldas y presumo que no me vio desaparecer escaleras arriba. Jadeando y maldiciendo el tabaco irrumpí en mi habitación, en el momento preciso en que sonaba el teléfono. Traté de recobrar el pulso y lo dejé sonar un par de veces. Al descolgarlo reconocí la voz del recepcionista: Disculpe, señor -anunció el empleado en un tono muy poco convincente-, ¿me dijo usted que le llamara a las cinco y media o a las seis y media...? Me dieron ganas de ponerle como un trapo. Pero disimulé, dando por sentado que junto al recepcionista debía encontrarse alguno de los agentes, sino los dos... -A las seis y media, por favor -respondí con voz seca y cortante. -Disculpe, señor... Ha sido un error. Acepté las disculpas y, por lo que pudiera ocurrir, me desnudé, dando buena cuenta del olvidado almuerzo. Eran las cinco y media de la tarde. Si el FBI tragaba el cebo y estimaba que todo había sido una confusión y que yo no me había movido para nada de mi habitación, quizá aquellas últimas horas en Washington no fueran demasiado difíciles. Pero, ¿y si no era así? Había que salir de dudas. Y empecé a maquinar un nuevo plan. Era necesario que averiguase hasta qué punto creían en mis palabras... Mi preocupación, como es fácil adivinar, estaba centrada en los documentos. Tenía que ponerlos a salvo a cualquier precio. Pero, ¿cómo? Pasé más de media hora reconociendo y explorando hasta el último rincón de la habitación. Sin embargo, ninguno de los posibles escondites me pareció lo suficientemente seguro. Llegué, incluso, a desenroscar la alcachofa de la ducha, considerando la posibilidad de enrollar y ocultar parte del diario del mayor en el tubo que sobresalía algo más de 35 centímetros de la pared del baño. Gracias a Dios, el instinto o la intuición -o ambos a un mismo tiempo- me hicieron recelar y, finalmente, me decidí por la solución más simple... y arriesgada. Perforé cuidadosamente el segundo cilindro y extraje otro paquete de folios, igualmente protegido en una funda de plástico transparente y minuciosamente grapada. Arrojé todas las grapas en el interior de la botella de vino, que había quedado medio vacía, y con la ayuda de varias tiras de cinta adhesiva, sujeté ambos mazos de folios a mi pecho y espalda, respectivamente. Después me vestí cuidadosamente, procediendo a rellenar los cartuchos de cartón con rollos de fotografía, aún sin estrenar. Los deposité en el fondo de la bolsa de las cámaras y retiré las películas de ambas máquinas, sustituyéndolas por otras, aún vírgenes. Mi propósito era salir del hotel, a cuerpo descubierto y dejar el campo libre a los tipos del FBI. Corría el gravísimo peligro de que, en lugar de registrar mi habitación, optaran por seguirme y cachearme. En este segundo supuesto, los documentos habrían volado en cuestión de minutos.. En previsión de que esa delicada circunstancia llegara a hacerse realidad, guardé los rollos de TRI-X y de diapositivas que había obtenido en mi reciente investigación en México, así como las imágenes de Arlington, en los bolsillos de la zamarra y del pantalón. «En caso de registro -pensé- siempre es mejor que localicen primero las películas. Quizá se den por satisfechos y se olviden del resto...» No es que aquella estratagema me convenciera excesivamente pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Corté las colas de las películas de una decena de rollos, todavía sin emplear, y los alineé sobre el reducido escritorio, simulando que se trataba del fruto de mi trabajo gráfico en aquellos últimos días. A las seis y quince minutos tomé una hoja de papel, con el membrete del hotel, y escribí con trazos descuidados: Viernes (6-XI-81)... llamar a D. Garrón a las 13 horas (teléfono 6525783). 31