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Caballo de Troya J. J. Benítez En este segundo enclavamiento, el rabí no levantó siquiera la cabeza. Gruesas gotas de sudor habían empezado a resbalar por las sienes, tropezando aquí y allá con los coágulos. Se limitó a abrir la boca al máximo, emitiendo un ahogado e indescifrable sonido gutural. -¿Qué sucede? -preguntó el centurión al ver cómo el clavo sobresalía más de 14 centím