Test Drive | Page 236

Caballo de Troya J. J. Benítez Obviamente, dentro de los planes de Caballo de Troya no se contemplaba la posibilidad de que yo «reparase», ni mucho menos, las heridas que pudiera sufrir Jesús de Nazaret. Tal y como ya he citado, ello estaba rigurosamente prohibido. Sin embargo, y puesto que los levitas se disponían a asear la machacada faz del prisionero, consideré que aquélla era una irrepetible ocasión de comprobar de cerca y personalmente los daños exteriores y visibles más graves. Sin embargo, y a pesar de esta justificación, también hubo «algo» interno que me empujo a tomar semejante decisión... Tomé, pues, el pico del tosco manto y con toda la delicadeza de que fui capaz, comencé a limpiar los grumos de sangre que se habían adherido al pómulo y mejilla izquierdos. Las hemorragias, tanto la producida por la rotura de la ceja izquierda como la nasal, habían sido espectaculares, aunque tuve la impresión de que la pérdida de sangre no era importante. A juzgar por los reguerillos, plastones y sa