Caballo de Troya
J. J. Benítez
»-He oído comentar que pretendes ser el Mesías. ¿Es cierto?
»El Maestro esperó un poco antes de contestar. Por un momento creí que no deseaba hablar.
Pero ya lo creo que lo hizo. ¡Y con qué seguridad, Jasón!
»-¡Tú lo has dicho! -le dijo al fin.
»Entonces fue cuando entraron esos sacerdotes. Venían de parte de Caifás. Y acercándose a
Anás le murmuraron algo al oído. No puedo decirte el qué, aunque supongo que tiene mucho
que ver con el Consejo del Sanedrín. Como te decía, no tardaremos en saberlo.
»EI resto ya lo sabes: Anás ordenó que condujeran a Jesús a la presencia de su yerno y
abandonamos la casa...
Poco antes de las seis de la mañana el pelotón que conducía a Jesús se detuvo frente a un
caserón muy rústico, situado a escasa distancia del gran rectángulo del Templo.
Concretamente, junto a la esquina suroccidental, en una reducida zona ajardinada,
perfectamente aislada de aquel sector de la ciudad baja por los arcos de Wilson y Robinson al
norte y sur y por la muralla meridional y el muro del Templo, al este y Oeste, respectivamente.
Unas madru vF