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Caballo de Troya J. J. Benítez Y sólo el Divino, ¡bendito sea su nombre!, sabe cuándo puede presentarse -remachó otro de los servidores del Sanedrín. La creencia en cuestión no fue muy bien recibida por uno de los sacerdotes, un tal Mardoqueo, más conocido en Jerusalén por «Petajia» (y al que ya me referí anteriormente), como consecuencia de su gran facilidad para las lenguas. (Conocía, según el pueblo, más de setenta idiomas y dialectos. De ahí su apodo: «Petajia», de la palabra pataj: «abría» las palabras al interpretarlas.) Este sacerdote, responsable también de uno de los «cepillos» del Templo y hombre de gran 7V