Caballo de Troya
J. J. Benítez
disponían de una fuerza lo suficientemente grande y poderosa como para arriesgarse a invadir
el huerto y capturar al Maestro.
»Tanto Ismael como yo -dejó entrever José con una gran amargura- llegamos a creer que,
de momento, toda estaba resuelto y que Jesús quedaría libre. Vana esperanza... Caifás no es
hombre que se dé por vencido fácilmente y su odio hacia Jesús es tal que no dudó en proponer
una solución que repugnó, incluso, a sus compinches: solicitar una escolta armada del
procurador romano. «De esta forma -argumentó el astuto sumo sacerdote-, el apresamiento de
ese impostor no será difícil y, de paso, la responsabilidad de la captura recaerá en las fuerzas
extranjeras de ocupación...
»Algunos de los miembros del Sanedrín trataron de que Caifás renunciara a este proyecto,
aludiendo a las constantes manifestaciones de Jesús sobre la no violencia. Pensaban, con razón,
que el Galileo no permitiría a sus hombres que desenvainaran sus armas. Pero Judas intervino
nuevamente. Y su cobardía salió a flote una vez más. Se manifestó de acuerdo con los
sacerdotes, pero no admitió que los discípulos llegaran a obedecer al Maestro. «La sugerencia
de Caifás -añadió- me parece excelente. Acudamos cuanto antes a la Torre Antonia...»
»Y los sacerdotes designaron una representación del Sanedrín, que acudió de inmediato al
cuartel general romano.
»Pero el centurión de guardia se negó a facilitarles una escolta. Era muy tarde y, por otra
parte, «esa orden debe partir de Poncio Pilato», les explicó el oficial. Los sacerdotes insistieron
y el centurión no tuvo más remedio que llamar a Civilis, el comandante en jefe de la guarnición
destacada en Antonia, a quien tú conoces.
»Nuestro común amigo -muy molesto por aquella visita- les preguntó las razones por las que
debía proporcionarles la escolta. Y Judas, antes de que los sacerdotes reaccionaran, se enfrentó
a Civilis, advirtiéndole que Jesús formaba parte de un grupo de «zelotes», clandestinamente
asentado en la finca de Getsemaní1.
»Aquella vil mentira del Iscariote hizo dudar al centurión. Los romanos, como sabes,
persiguen con saña a los revolucionarios.
1
Cuando consulté con el módulo sobre los «zelotes» o «zelotas», Santa Claus me facilitó la siguiente información:
"Este movimiento revolucionario y clandestino -similar en alguna medida a los actuales grupos terroristas de Europa y
América- empezó a desplegar su actividad guerrillera y de acoso al ejército romano en la época de Augusto y
acaudillados, en un principio, por un tal Judas ben Ezequías, de Galilea, que ya se había destacado en tiempos de
Herodes por el asalto a un arsenal del ejército real y por sus desmanes e incendios. Al tener noticia de estas bandas
que asolaban al país, Varo se apresura a llegar desde Antioquía con dos legiones. Arrasa las ciudades de Zippora
(Séforis) y Emmaús y los habitantes, partidarios del rebelde Judas ben Ezequías, son vendidos como esclavos. Varo
ordena la captura y ejecución de todos los «partisanos» del galileo, crucificando a más de 2 000 guerrilleros. Pero el
jefe, Judas «Galileo», logra escapar y, con la ayuda de otro extremista -un fariseo llamado Zadok- inicia tan lento pero
profundo movimiento de lucha clandestina contra el Imperio romano. Ya en tiempos de la infancia y juventud de Jesús
de Nazaret, este movimiento -que adopta el nombre de «zelotas» o «celadores»- empieza a ganar adeptos,
extendiéndose como una mancha de aceite por todo Israel. Galilea, una vez más, fue la cuna y corazón de estos
patriotas extremistas, que no cesan en sus hostigamientos contra la legión romana asentada en Cesárea y en el resto
de la nación judía. Camuflados bajo un ardiente espíritu religioso, estos «terroristas» del siglo I empuñan las armas,
bajo una doctrina que podría sintetizarse en los siguientes principios:
1.
El Reinado de Dios sobre Israel es incompatible con cualquier dominación extranjera. Aceptar al César de
Roma como rey es violar la ley divina. Dios es el único rey del pueblo.
2.
El culto al emperador, en cualqui W&FR7W2f