Caballo de Troya
J. J. Benítez
en una casa del barrio bajo -en la de Elías Marcos, como bien sabes- y que su prendimiento
podía ser cómodo. Según el Iscariote, sólo dos de los once hombres que habían quedado en el
cenáculo ceñían espadas:
Pedro y Simón Zelotes. Pero Judas advirtió a Gudgeda que no convenía descuidarse. En el
campamento de Getsemaní permanecían alrededor de sesenta discípulos y allí sí existía un
respetable arsenal de armas.
«Gracias al cielo, los planes del traidor no salieron tal y como él había previsto.
-¿Por qué? -interrogué al anciano con gran curiosidad.
-Judas había llegado al Templo antes de lo previsto y fueron necesarias muchas idas y
venidas del portero-jefe hasta la sede de Caifás y a las distintas dependencias del Templo para
llegar a reunir un número apropiado de policías. Era imposible echar mano de los que montaban
guardia en aquellos momentos en el exterior e interior del Santuario y eso, como te digo,
retrasó considerablemente la salida del pelotón. Las dificultades para encontrar hombres
francos de servicio fueron tales que, al final, desesperado, el sanguinario Yojanán se vio
obligado a solicitar del sumo sacerdote en funciones el apoyo de los servidores y confidentes de
Caifás. En total, si no recuerdo mal, salieron del Templo unos treinta y cinco o cuarenta
esbirros, armados con toda clase de mazas y palos...
-Pero, ¿y la escolta romana? -le interrumpí de nuevo, sin poder contenerme.
-Aguarda, Jasón. Como te he dicho, afortunadamente, las cosas no iban sucediendo como
habían sido planeadas. El Sanedrín quería prender al Maestro cuando la ciudad quedase vacía. Y
ésta era también la intención de Judas que, por lo que pude deducir, sentía miedo ante la
posible reacción y represalias de los hombres de Jesús.
»Total, que Ismael se encargó de seguir al pelotón, mientras yo permanecía en el templo, en
previsión de nuevos acontecimientos.
»Pero el traidor y su grupo rodearon la casa de Marcos cuando el Maestro y los once
acababan prácticamente de salir hacia el huerto. Esa fue la información que recibió Ismael de
Elías.
-Entonces, Judas no llegó a ver a Jesús y a los once...
-No. Pero faltó muy poco. Si la patrulla no se hubiera demorado tanto, seguro que la captura
del Maestro se produce allí mismo. Elías, al ver a Judas y a los hombres armados, se dio cuenta
en seguida de sus funestas intenciones y se negó a hablar con el Iscariote, arrojándole de su
casa a patadas.
-¿A patadas?
-Sí y me temo que esa ofensa puede costarle cara al pobre Elías...
Había algo que no terminaba de comprender. Y así se lo comenté a José:
-Si Judas conocía las costumbres del Maestro, ¿por qué no le siguió hasta Getsemaní?
El de Arimatea dibujó una triste s