Caballo de Troya
J. J. Benítez
de escucharlas en su totalidad. Y debo señalar -por enésima vez- que la transcripción de tales
palabras por parte de los evangelistas es sólo un pobre reflejo de lo que se habló aquella noche
del llamado «jueves santo». Cuando uno conoce esas enseñanzas y mensajes en su totalidad se
da cuenta que las Iglesias, con el paso de los siglos, han reducido el inmenso caudal espiritual
de aquella reunión con Jesús a casi una única fórmula matemática1.
Hacia las once de la noche, cuando entrábamos en el huerto, Andrés respondió a una última
cuestión que, aunque para él no revestía interés, para mi, en cambio, resultó de suma
importancia.
A mi pregunta de si Jesús había cenado abundantemente, el discípulo, visiblemente
extrañado, contestó que más bien poco. Y añadió que, tal y como tenía por costumbre, el
Maestro tampoco probó el delicioso asado de cordero.
Según esto, el Galileo sólo pudo degustar algunas de las verduras y legumbres -incluyendo
las yerbas amargas-, así como algo de pan ázimo, vino con agua y, presumiblemente, un poco
de postre. Este dato era de indudable valor, sobre todo de cara a las posibles reacciones del
organismo del Nazareno en las terribles y prolongadas horas que tenía por delante. A las
torturas, pérdida de sangre, agotamiento y lacerante dolor habría que sumar también una
notable falta de recursos energéticos, como consecuencia de una cena tan escasa y del
consiguiente y total ayuno, a partir de las diez de la noche de ese jueves.
En la primera oportunidad que tuve, transmití al módulo las características y volumen
aproximado de los alimentos que había ingerido Jesús en la cena, así como los tiempos de
iniciación y remate de la misma. (Según mis cálculos, la comida pascual propiamente dicha
pudo dar comienzo alrededor de las ocho u ocho y media de la noche, concluyendo una hora y
media después, más o menos.)
El computador central de la «cuna» nos proporcionó la siguiente tabla de calorías -siempre
de una forma estimativa-, en base a los alimentos mencionados y que constituyeron la dieta de
Jesús en aquella noche: teniendo en cuenta que cada una de las cuatro copas de vino había
sido mezclada con agua, ello arrojaba un total aproximado de 300 calorías2. En cuanto a los
puñados de nueces y almendras -alimentos de máximo poder energético de cuantos había
ingerido el Maestro-, el ordenador calculó el número de calorías entre 500 y 600. Considerando,
por último, que cada gramo de grasa proporciona nueve calorías, la llamada «última cena» de
Jesús de Nazaret pudo significar un total aproximado de 750 calorías. Un aporte energético teniendo en cuenta las características físicas del gigante- más bien bajo. (El «metabolismo
basal» de Jesús -es decir, lo que su cuerpo necesitaba diariamente para mantenerse con vida,
sin hacer ejercicio- fue igualmente calculado por Santa Claus en 1728 calorías3. En el caso de
que el Maestro desarrollase un mínimo de actividad física -aminar, etc.- la cifra se elevaba ya a
3 000 o 3 500 calorías, como consumo medio diario.)
Las mujeres y los cuarenta o cincuenta discípulos que aguardaban en el campamento
recibieron al Maestro y a sus apóstoles con gran alegría. Pero aquel entusiasmo no tardaría en
venirse abajo. La causa, una vez más, fue Judas.
Al cerciorarse de que el Iscariote tampoco había hecho acto de presencia en Getsemaní,
algunos de los hombres del Nazareno empezaron a sospechar que la alusión del Maestro
durante la cena, sobre una inminente traición, tenía mucho que ver con el desaparecido
administrador. David Zabedeo, al escuchar el rumor, olvidó momentáneamente a sus
mensajeros, aproximándose a los corrillos. Pero su actitud siguió siendo prudente. Escuchó a
unos y a otros sin revelar lo que sabía.
1
El interesante contenido de las palabras y enseñanzas de Jesús de Nazaret durante la última cena aparecerán en
un siguiente volumen, en el que se relatan las vivencias del mayor norteamericano durante su segundo «gran viaje» al
año 30. (N. de J. J. Benítez.)
2
El volumen de cada copa fue calculado en 200 centímetros cúbicos, de los cuales, 100 correspondían a agua (un
litro de vino representa un aporte de 700 calorías, aproximadamente). (N. del m.)
3
"Metabolismo basal» de Jesús: 40 x 1,8 metros cuadrados de superficie total x 24 horas: 1728 calorías (cuando
me refiero a «calorías» se sobreentiende la expresión «kilocalorías»). (N. del m.)
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