Caballo de Troya
J. J. Benítez
podido olvidar sus alusiones a la esperanza: «...La persistente predicación de este evangelio había prometido- llevará algún día a las naciones a una nueva e increíble liberación...»
¡Cuánto he ansiado ver cumplida tal afirmación! Sin embargo, hoy por hoy, esa maravillosa
realidad parece aún lejana... «Si Jesús fue capaz de pronosticar -¡40 años antes!- la total
destrucción de Jerusalén por las legiones de Tito, ¿por qué iba a equivocarse en aquella otra
profecía?»
También me desconcertó su recomendación sobre la forma en que debía ser promulgada la
Verdad. «No debéis buscar -aseguró- la propagación de esta Verdad por medio de leyes
seculares.» Y una punzante duda quedó en mi corazón: ¿hubiera aprobado el Hijo del Hombre
la intrincada maraña de leyes, normas y códigos que han regido y siguen rigiendo los destinos
de las iglesias y que, en el fondo, no son otra cosa que una asfixiante burocracia secular,
agazapada bajo pretextos espirituales y sagrados más o menos claros?
Pero mi misión no era enjuiciar, sino observar y dar t W7F