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Caballo de Troya J. J. Benítez Verdaderamente yo había estimado a aquel anciano. Pero al fin, como digo, se impuso mi curiosidad. El sobre contenía dos grandes hojas, de papel recio y cuadriculado. Reconocí de inmediato la letra puntiaguda del mayor. Uno de los folios era una carta, escrita por ambas carillas. ¡Estaba lechada en el mes de agosto de 1980! Eso significaba -por pura deducción- que el mayor había tomado la decisión de confiarme su secreto poco después de mi primer encuentro con él, ocurrido el 18 de abril de 1980. La carta, que aparecía firmada con sus nombres y apellidos, era en realidad una postrera recomendación para que procurara mantenerme en el camino de la honradez y del amor hacia mis semejantes. En el último párrafo, y casi de pasada, el mayor hacia referencia a la famosa segunda entrega, explicándome que para llegar a la información que tanto deseaba, deberla primero descifrar la clave que me adjuntaba en hoja aparte. Por último, y con un tosco pero llamativo subrayado, me rogaba que hiciera un buen uso de dicha información. …Mi deseo es que con ella puedas llevar un poco más de paz a cuantos, como tú y como yo, estamos empeñados en la búsqueda de la Verdad. El segundo papel, igualmente manuscrito por el mayor, presentaba un total de cinco frases, en inglés, que a primera vista resultaban absurdas e incongruentes. He aquí la traducción: «El centinela que vela ante la tumba te revelará el ritual de Arlington.» «Llave y ritual conducen a Benjamín.» «Abre tus ojos ante John Fitzgerald Kennedy.» «El hermano duerme en 44 - W. La sombra del níspero le cubre al atardecer.» «Pasado y futuro son mi legado.» El mayor, una vez más, parecía disfrutar con aquel juego. ¿O no se trataba de un juego? Me pregunté mil veces por qué tantos rodeos y precauciones. Si mi amigo había muerto, lo lógico es que me hubiera facilitado la traída y llevada información sin necesidad de nuevas complicaciones. Pero las cosas estaban como estaban y mi única alternativa era de despejar aquella cada vez más enredada madeja. Como supondrá el lector, pasé horas con los cinco sentidos pegados a aquellas frases. Tentado estuve de acudir a algun