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Caballo de Troya J. J. Benítez "Entonces, el señor dijo al jefe de los criados: "Quitad el talento a este sirviente y dádselo al que tiene diez." »A todo el que tiene, le será dado mucho más y tendrá abundancia. Pero, al que no tiene, incluso, lo poco que tenga le será quitado. No os podéis quedar quietos en los asuntos del reino eterno. Mi Padre exige que todos sus hijos crezcan en gracia y en conocimiento de la verdad. Vosotros, que conocéis estas verdades, debéis producir el incremento de los frutos del espíritu y manifestar una devoción creciente en el generoso servicio a vuestros compañeros sirvientes. Y recordad que lo que deis al más pequeño de mis hermanos lo habréis hecho en servicio mío. "Y así debéis hacer la obra del Padre, ahora y más adelante. Continuad hasta que yo venga. »La verdad es la vida. El espíritu de la verdad siempre dirige a los hijos de la luz a nuevos reinos de realidad espiritual y divino servicio. No se os da la verdad para que la cristalicéis en formas hechas, seguras y honorables. »¿Qué pensarán las generaciones futuras de aquellos depositarios de la verdad, si les oyen decir?: "Aquí, Maestro, está la verdad que nos confiaste hace cientos o miles de años. No hemos perdido nada. Hemos preservado fielmente todo lo que nos diste. No hemos permitido cambios en lo que nos enseñaste. Aquí está la verdad que nos diste." »Libremente habéis recibido. Por tanto, libremente debéis dar la verdad del cielo. En verdad, en verdad os digo que entonces, esa verdad se multiplicará e irradiará nueva luz. Incluso, cuando la administréis vosotros. Bien entrada ya la noche, el grupo se levantó, repartiéndose entre las tiendas. Jesús, sin embargo, siguió solo, frente a la hoguera, sumido en sus pensamientos. Yo me instalé al pie de uno de los añosos olivos, envolviéndome en el manto. Y antes de que el Nazareno se retirara a descansar a una de las tiendas, el sueño terminó por doblegarme. 5 DE ABRIL, MIÉRCOLES Poco antes que las madrugadoras golondrinas despertaran al campamento con sus negros v tumultuosos vuelos, Eliseo me había alertado ya, mediante la «conexión auditiva», de la proximidad del amanecer. -… La «cuna» registra 9 grados centígrados. Ligero descenso de la humedad relativa... Parece que el viento se ha incrementado. Se prevén algunas rachas de 20 a 40 nudos, especialmente durante la tarde... Suerte! Elíseo no se equivocaba. Aquellos primeros momentos del día se me antojaron especialmente fríos. El celeste de mi manto aparecía salpicado por un sinfín de gotitas de rocío. Otro tanto sucedía con la escasa hierba que lograba despuntar al pie de algunos olivos. Conforme fue clareando, un lejano y misterioso castañeteo comenzó a intrigarme. Parecía nacer en alguna parte, al fondo del campo donde me encontraba. Me incorporé y tras echar una ojeada al campamento comprobé que todo se hallaba en calma. Los discípulos dormían en el interior de las tiendas. Otros, envueltos en sus ropones, descansaban al pie del muro de piedra o, como yo, bajo la primera hilera de olivos. Frente a los albergues, en el pequeño claro existente en la entrada del huerto, se distinguían las cenizas de la hoguera. El Maestro -supusedebía estar durmiendo. Pero aquel castañeteo seguía llenando la cada vez más luminosa mañana, rompiendo el profundo silencio de Getsemaní. No lo dudé más. Tomé la «vara de Moisés» y me dirigí hacia el interior de la finca, siguiendo el cercado de piedra. Aquella propiedad de Simón, el vecino de Betania, estaba dedicada exclusivamente al cultivo del oliva "