Caballo de Troya
J. J. Benítez
vitales de Jesús de Nazaret. Y como, naturalmente, tampoco era posible la implantación de
cables o dispositivos electrónicos en el cuerpo del Maestro de Galilea que nos permitieran un
control de sus funciones orgánicas, ritmos arterial, cardíaco, etc., Caballo de Troya diseñó y
fabricó un complejo sistema, minuciosamente camuflado en lo que llamábamos la «vara de
Moisés».
Este ingenio -que iré detallando de una forma progresiva- consistía en un simple cayado de
madera de pinsapo de 1,80 metros de longitud por tres centímetros de diámetro, con el
correspondiente remate superior, en forma de arco1. Para un observador cualquiera, ajeno a
nuestras intenciones, no debería presentar mayor interés que el de cualquier vara común y
corriente, como las utilizadas habitualmente por los caminantes y peregrinos.
En su interior, sin embargo, había sido dispuesto un delicadísimo equipo. A 1,60 metros
rotando siempre desde la base del bastón-, se hallaban cuatro «canales» de filmación
simultánea, con los objetivos distribuidos en «cruz», de forma que pudiera rodarse a un mismo
tiempo cuanto sucedía en los 360 grados de nuestro entorno. Las cuatro «bocas» de filmación de 15 milímetros de diámetro cada una- habían sido disimuladas mediante un «anillo» de tres
centímetros de anchura, formado por un cristal semirreflectante, de forma que sólo permitía la
visión de dentro hacia afuera. Esta especie de abrazadera, primorosamente trabajada por
nuestros técnicos, de forma que aparentase una sencilla banda de pintura negra sobre la blanca
madera, había sido reforzada y adornada con dos hileras de clavos de cobre que la sujetaban
firmemente. Estos clavos, de ancha cabeza, habían sido trabajados, de acuerdo con las
antiquísimas técnicas de la industria metalúrgica descubiertas por Nelson Glueck en el valle de
la Arabá, al sur del mar Muerto, y en Esyón-Guéber, el legendario puerto marítimo de Salomón
en el mar Rojo. En evitación de hipotéticos problemas, los hombres de Curtiss habían seguido al
pie de la letra las normas de la Misná o tradición oral judaica que, en su Orden Sexto -dedicado
a las prescripciones sobre purezas e impurezas- específica que un bastón puede ser susceptible
de impureza «si ha sido adornado con tres hileras de clavos». Uno de estos clavos, de un color
verdoso más intenso que el resto, y ligeramente separado de la superficie del cayado, podía ser
pulsado manualmente, iniciándose así -de manera automática- la filmación simultánea. Bastaba
una nueva presión para que el «clavo» volviera a su posición inicial, interrumpiéndose la
gra &6