Test Drive | Page 96

El capitán Nicholl. Me to figuraba. Hasta ahora la casualidad no os ha-bía colocado en mi camino... ¡Me he colocado en él yo mismo! ¡Me habéis insultado! Públicamente. Me daréis satisfacción del insulto. Ahora mismo. No, quiero que todo pase secretamente entre noso-tros. Hay un bosque, el bosque de Skernaw, a tres millas de Tampa. ¿Lo conocéis? Lo conozco. ¿Tendréis inconveniente en entrar en él por un lado mañana por la mañana a las cinco? Ninguno, siempre y cuando a la misma hora en-tréis vos por el otro lado. ¿Y no olvidaréis vuestro rifle? Ni vos el vuestro dijo Barbicane. respondió Nicholl. Pronunciadas estas palabras con la mayor calma, el presidente del Gun Club y el capitán se separaron, Bar-bicane volvió a su casa, pero, en vez de descansar, pasó la noche buscando el medio de evitar la repercusión del proyectil y resolver el difícil problema presentado por Michel Ardan en la discusión del mitin. XXI Cómo arregla un francés un desafío Mientras entre el presidente y el capitán se concerta-ba aquel duelo terrible y salvaje en que un hombre se hace a la vez res y cazador de otro hombre, Michel Ar-dan descansaba de las fatigas del triunfo. Pero no des-cansaba, no es ésta la expresión propia, porque los col-chones de las camas americanas nada tienen que envidiar por su dureza al mármol y al granito. Ardan dormía, pues, bastante mal, volviéndose de un lado a otro entre las toallas que le servían de sábanas, y pensaba en proporcionarse un lugar de descanso más cómodo y mullido en su proyectil, cuando un violento ruido le arrancó de sus sueños. Golpes desordenados conmovían su puerta como si fuesen dados con un mar-tillo, mezclándose con aquel estrépito tan temprano gri-tos desaforados.