hurras y vítores de la muchedumbre. Tan frenéticos fueron los gritos, y el entusiasmo tomó
formas tan personales, que Michel Ardan, después de haber apretado millares de manos, en
las que estuvo ex-puesto a dejar sus dedos, tuvo que buscar refugio en el fondo de su
camarote.
Barbicane le siguió sin haber pronunciado una pa-labra.
¿Sois vos Barbicane? le preguntó Michel Ardan, cuando estuvieron solos los dos, con
un tono como si hubiese hablado a un amigo de veinte años.
Sí
respondió el presidente del Gun Club.
Pues bien, os saludo, Barbicane. ¿Cómo estáis? ¿Muy bien? ¡Me alegro! ¡Me alegro!
Así pues
partir?
dijo Barbicane entrando en materia, sin preámbulos . ¿Estáis decidido a
Absolutamente decidido.
¿Nada os detendrá?
Nada. ¿Habéis modificado el proyectil como os in-dicaba en mi telegrama?
Aguardaba vuestra llegada. Pero
pensado detenida-mente?
preguntó Bar-bicane con insistencia
¿lo habéis
¡Reflexionado! ¿Tengo acaso tiempo que perder? Se me presenta la ocasión de it a dar
una vuelta por la Luna, y la aprovecho; he aquí todo. No creo que la cosa merezca tantas
reflexiones.
Barbicane devoraba con la vista a aquel hombre que hablaba de su proyecto de viaje con
una ligereza y un desdén tan completo y sin la más mínima inquietud ni zozobra.
Pero, al menos
le dijo , tendréis un plan, tendréis medios de ejecución.
Excelentes, amigo Barbicane. Pero permitidme ha-ceros una observación; me gusta
contar mi historia de una sola vez a todo el mundo, y luego no cuidarme más de ella. Así se
evitan repeticiones, y, por consiguiente, salvo mejor parecer, convocad a vuestros amigos, a
vuestros colegas, a la ciudad entera, a toda Florida, a to-dos los americanos, si queréis, y
mañana estaré dispuesto a exponer mis medios y a responder a todas las objecio-nes,
cualesquiera que sean. Tranquilizaos, los aguardaré a pie firme. ¿Os parece bien?
Muy bien
respondió Barbicane.
Y salió del camarote para participar a la multitud la proposición de Michel Ardan. Sus
palabras fueron aco-gidas con palabras y gritos de alegría, porque la propo-sición allanaba
todas las dificultades. Al día siguiente, todos podrían contemplar a su gusto al héroe