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propo-sición ciertos visos de verosimilitud. La empresa reque-ría, sin duda, un valor inaudito. Pronto los individuos aislados se agruparon: los grupos se condensaron bajo la acción de la curiosidad como en virtud de la atracción molecular se condensan los átomos, y al cabo se formó una multitud compacta que se dirigió al domicilio del presidente Barbicane. Éste, desde la llegada del telegrama, no había mani-festado acerca de él opinión alguna, había dejado a J. T. Maston descubrir la suya sin aprobar ni desaprobar: se mantenía al pairo, y se proponía aguardar los aconteci-mientos. Pero echaba las cuentas sin la huéspeda; pues no contaba con la impaciencia pública, y vio con muy poca satisfacción a los habitantes de Tampa reunirse bajo sus ventanas. Los murmullos, los gritos y las vociferaciones le obligaron a presentarse. Tenía todos los deberes, y por consiguiente, todas las obligaciones de la celebridad. Se presentó, y la multitud guardó silencio. Un ciu-dadano tomó la palabra, y dirigió a Barbicane la siguien-te pregunta: ¿El personaje designado en el parte bajo el nombre de Michel Ardan se dirige hacia América? ¿Sí o no? Señores respondió Barbicane , no sé más que to que saben ustedes. Pues es preciso saberlo El tiempo nos lo dirá gritaron algunos con im-paciencia. respondió con sequedad el presidente. No reconocemos ningún derecho para mantener en un estado de ansiedad penosa a un pueblo entero re-plicó el orador . ¿Habéis modificado los planos del pro-yectil de conformidad con to que dice el zelégrama? Todavía no, señores; pero tenéis razón; es preciso saber a qué atenernos, y el telégrafo, que ha causado toda esta conmoción, completará nuestros informes. ¡Al telégrafo! ¡Al telégrafo! exclamó la muche-dumbre. Barbicane bajó, y, seguido del inmenso gentío, se di-rigió a las oficinas de la administración. Pocos minutos después se envió al síndico de los co-rredores marítimos de Liverpool un parte en el que se le hacían las siguientes preguntas: «¿Qué buque es el Atlanta? ¿Cuándo salió de Euro-pa? ¿Llevaba a bordo a un francés llamado Michel Ar-dan?» Dos horas después Barbicane recibía informes de una precisión tal que no permitían abrigar ninguna duda.