Verdad es que algunos trabajadores pagaron con la vida las imprudencias inherentes a
trabajos tan peligro-sos. Pero estas deplorables catástrofes son inevitables, y los americanos
no hacen de ellas ningún caso. Se cuidan más de la humanidad en general que del individuo
en particular. Sin embargo, Barbicane profesabá excepcio-nalmente los principios
contrarios, y los aplicaba en to-das las ocasiones. Así es que, gracias a su solicitud, a su
inteligencia, a su útil intervención en los casos difíciles, a su prodigiosa y filantrópica
sagacidad, el término medio de las catástrofes no excedió al de los países de ultramar
famosos por su lujo de precauciones, entre otros Fran-cia, donde se cuenta con un accidente
por cada 200.000 francos de trabajo.
XV
La fiesta de la fundición
Durante los ocho meses que se invirtieron en la ope-ración de la zanja, se llevaron
simultáneamente adelante con suma rapidez los trabajos preparatorios de la fundi-ción. Una
persona extraña que, sin estar en antece-dentes, hubiese llegado de improviso a Stone's Hill,
hu-biera quedado atónito ante el espectáculo que se ofrecía a sus miradas.
A 600 yardas de la zanja se levantaban 1.200 hornos de reverbero, de 600 pies de ancho
cada uno, circula-mente situados alrededor de la zanja misma, que era su punto central,
separados uno de otro por un intervalo de media toesa. Los 1.200 hornos formaban una
línea que no bajaba de dos millas. Estaban todos calcados sobre el mismo modelo, con una
alta chimenea cuadrangular, y producían un singular efecto. Soberbia parecía a J. T. Maston
aquella disposición arquitectónica, que le recor-daba los monumentos de Washington. Para
él no había nada más bello, ni aun en Grecia, donde, según él mismo confesaba, no había
estado nunca.
Sabido es que en su tercera sesión la comisión resol-vió valerse para el columbiad del
hierro fundido, espe-cialmente del hierro furidido gris, que es, en efecto, un metal tenaz y
dúctil, de fácil pulimento, propio para efectuar todas las operaciones de moldeo, y tratado
con el carbón de piedra, es de una calidad superior para 1ás piezas de gran resistencia, tales
como cañones, cilindros de máquinas de vapor y prensas hidráulicas.
Pero el hierro fundido, si no ha sido sometido más que a una sola fusión, es raramente to
suficiente homo-géneo, por to que se le acendra y depura por medio de una segunda fusión,
que le desembaraza de sus últimos depósitos terrosos.
Por lo mismo, el mineral de hierro, antes de ser em-barcado para Tampa, era sometido a los
altos hornos de Goldspring y puesto en contacto con carbón y silicio y elevado a una alta
temperatura, siendo transformado en carburo,(1) y después de esta primera operación, se
dirigía el metal a Stone's Hill. Pero se trataba de 136.000.000 de libras de hierro fundido,
que son una cantidad enorme para transportar por los railways. El precio del transpor-te
hubiera duplicado el de la materia. Pareció preferible fletar buques de Nueva York y
cargarlos de fundición en barras, aunque para esto se necesitaron sesenta y ocho buques de
1.000 toneladas, una verdadera escuadra, que el 3 de mayo salió del canal de Nueva York,
entró en el océano, siguió a lo largo de las costas americanas, penetró en el canal de