se trataba en última instancia? De tri-plicar esta profundidad y duplicar su anchura, to que
ha-ría la perforación más fácil. Así es que no había ni un peón, ni un oficial, ni un maestro,
que dudase del éxito de la operación.
Una decisión importante, tomada por el ingeniero Murchison, de acuerdo con el presidente
Barbicane, ha-bía de acelerar más y más la marcha de los trabajos. Por un artículo del
contrato, el columbiad debía estar refor-zado con zunchos o abrazaderas de hierro forjado.
Es-tos zunchos eran un lujo de precauciones inútil, de las
que el cañón podía prescindir sin ningún riesgo. Se su-primió, pues, dicha cláusula, con to
que se economizaba mucho tiempo, porque se pudo entonces emplear el nuevo sistema de
perforación adoptado actualmente en la construcción de los pozos, en que la perforación y
la obra de mampostería se hacen al mismo tiempo. Gra-cias a este sencillo procedimiento,
no hay necesidad de apuntalar la tierra, pues la pared misma la contiene con un poder
inquebrantable y desciende por su propio peso.
No debía empezar esta maniobra hasta alcanzar el azadón la parte sólida del terreno.
El 4 de noviembre, cincuenta trabajadores abrieron en el centro mismo del recinto cercado,
es decir, en la parte superior de Stone's Hill, un agujero circular de 60 pies de ancho.
El pico encontró primero una especie de terreno ne-gro, de seis pies de profundidad, de
cuya resistencia triunfó fácilmente. Sucedieron a este terreno dos pies de una arena fina,
que se sacó y guardó cuidadosamente porque debía servir para la construcción del molde
in-terior.
Apareció después de la arena una arcilla blanca bas-tante compacta, parecida a la marga de
Inglaterra, que tenía un grosor de cuatro pies.
Enseguida, el hierro de los picos echó chispas bajo la capa dura de la tierra, que era una
especie de roca forma-da de conchas petrificadas, muy seca y muy sólida, y con la cual
tuvieron en to sucesivo que luchar siempre los instrumentos. En aquel punto, el agujero
tenía una pro-fundidad de seis pies y medio, y empezaron los trabajos de albañilería.
Construyóse en el fondo de la excavación un torno de encina, una especie de disco muy
asegurado con per-nos y de una solidez a toda prueba. Tenía en su centro un agujero de un
diámetro igual al que debía tener el columbiad exteriomente. Sobre aquel aparato se
sentaron las primeras hiladas de piedras, unidas con inflexible te-nacidad por un cemento
de hormigón hidráulico. Los albañiles, después de haber trabajado de la circunferen-cia al
centro, se hallaron dentro de un pozo que tenía 25 pies de ancho.
Terminada esta obra, los mineros volvieron a coger el pico y el azadón para atacar la roca
debajo del mismo disco, procurando sostenerlo con puntales de mucha so-lidez; estos
puntales se quitaban sucesivamente a medida que se iba ahondando el agujero. Así, el disco
iba bajan-do poco a poco, y con él la pared circular de mamposte-ría, en cuya parte superior
trabajaban incesantemente los albañiles, dejando aspilleras o respiradores para que durante
la fundición encontrase salida el gas.