construcción, pero descarrila con suma facilidad. El camino de Tampa a Stone's Hill no fue
más que una bagatela, y su construcción no requirió mucho tiempo ni tampoco mucho
dinero.
Por lo demás, Barbicane era el alma de aquella mu-chedumbre que acudió a su
llamamiento. Él la alentaba, la animaba y le comunicaba su energía y su entusiasmo; su
persona se hallaba en todas partes, como si hubiese estado dotado del don de ubicuidad,
seguido siempre de J. T. Maston, su mosca zumbadora. Con él no había obstáculo ni
dificultades, ni contratiempos: era minero, albañil y maquinista tanto como artillero,
teniendo res-puestas para todas las preguntas y soluciones para todos los problemas. Estaba
en correspondencia constante con el Gun Club y con la fábrica de Goldspring, y día y
noche, con las calderas encendidas, con el vapor en pre-sión, el Tampico aguardaba sus
órdenes en la rada de Hi-llisboro.
El primer día de noviembre Barbicane salió de Tam-pa con un destacamento de
trabajadores, y al día si-guiente se había levantado alrededor de Stone's Hill una ciudad de
casas metálicas que se cercó de empalizadas, la cual, por su movimiento, por su actividad,
poco o nada tenía que envidiar a las mayores ciudades de la Unión. Se reglamentó
cuidadosamente el régimen de vida y em-pezaron las obras.
Sondeos escrupulosamente practicados permitieron reconocer la naturaleza del terreno, y
empezó la excava-ción el 4 de noviembre.
Aquel día, Barbicane reunió a los jefes de los talleres y les dijo:
Todos conocéis, amigos míos, el objeto por el cual os he reunido en esta parte salvaje de
Florida. Trátase de fundir un cañón de nueve pies de diámetro interior, seis pies de grueso
en sus paredes y diecinueve y medio de revestimiento de piedra. Es, pues, preciso abrir una
zan-ja que tenga de ancho sesenta pies y una profundidad de novecientos. Esta obra
considerable debe concluirse en ocho meses, y, por consiguiente, tenéis que sacar, en
doscientos cincuenta y cinco días, 2.543.200 pies cúbi-cos de tierra, es decir, diez mil pies
cúbicos al día. Esto, que no ofrecería ninguna dificultad a mil operarios que trabajasen con
holgura, será más penoso en un espacio relativamente limitado. Sin embargo, puesto que es
un trabajo que se ha de hacer, se hará, para to cual cuento tanto con vuestro ánimo como
con vuestra destreza.
A las ocho de la mañana se dio el primer azadonazo en el terreno floridense, y desde
entonces, el poderoso instrumento no tuvo en manos de los mineros un solo momento de
ocio. Las tandas de operarios se relevaban cada seis horas.
Por colosal que fuese la operación, no rebasaba el límite de las fuerzas humanas. ¡Cuántos
trabajos más di-fíciles, en los que había sido necesario combatir directa-mente contra