Hasta entonces, Barbicane se había abstenido de to-mar paxte en la discusión. Dejaba
hablar y escuchaba. Evidentemente meditaba algo. Se contentó con pregun-tar
sencillamente:
¿Y ahora, amigos, qué cantidad de pólvora pro-ponéis?
Los tres miembros del Gun Club se miraron mu-tuamente por un instante.
Doscientas mil libras
Quinientas mil
Ochocientas mil
dijo, por fin, Morgan.
replicó el mayor.
exclamó J. T. Maston.
Esta vez, Elphiston no se atrevió a calificar a su cole-ga de exagerado. En efecto, se trataba
de enviar a la Luna un proyectil de veinte mil libras, dándole una fuerza ini-cial de doce mil
yardas por segundo. Siguió a la triple proposición hecha por los tres colegas un momento
de silencio.
El presidente Barbicane lo rompió.
Mis bravos camaradas dijo con voz tranquila , yo parto del principio de que la
resistencia de nuestro ca-ñón, construido en las condiciones requeridas, es ilimi-tada. Voy,
pues, a sorprender al distinguido J. T. Maston diciéndole que ha sido tímido en sus
cálculos, y propon-go doblar sus ochocientas mil libras de pólvora.
¿Un millón seiscientas mil libras?
exclamó J. T. Maston saltando de su asiento.
Como lo digo.
Pero entonces fuerza será recurrir a mi cañón de media milla de longitud.
Es evidente dijo el mayor.
Un millón seiscientas mil libras de pólvora repuso el secretario de la comisión
ocuparán aproximadamen-te un espacio de 22.000 pies cúbicos,(1) y como vuestro cañón
no tiene más que una capacidad de 54.000 pies cú-bicos,(2) quedará cargado de pólvora
hasta la mitad y el ánima no será bastante larga para que la detención de los gases dé al
proyectil un impulso suficiente.
1. Póco menos de 800 metros cúbicos.
2. Dos mil metros cúbicos.
La objeción no tenía réplica. J. T. Maston estaba en to justo. Todos miraron a Barbicane.