Test Drive | Page 41

¿Y qué pretendéis deducir de eso? preguntó el presidente. Si lleváis vuestra teoría al último extremo, mi que-rido mayor dijo J. T. Maston , resultará que cuando una bala tenga un peso suficiente, no se necesitará pól-vora alguna. Mi amigo Maston se chancea hasta en las ocasiones más solemnes replicó el mayor ; pero tranquilizaos. No tardaré en proponerle cantidades de pólvora que de-jarán satisfecho su amor propio de artillero. Pero tenía interés en dejar consignado que durante la guerra, la ex-periencia demostró que para cargar piezas de mayor ca-libre, el peso de la pólvora podía reducirse perfectamen-te a una décima parte del que tiene la bala. No hay nada más exacto dijo Morgan . Pero an-tes de determinar la cantidad de pólvora necesaria para dar el impulso, opino que convendría ponernos de acuerdo sobre su naturaleza. Emplearemos la pólvora de grano grueso es más rápida que la de la pólvora fina. Sin duda piezas. respon-dió el mayor , porque su deflagración replicó Morgan . Pero se desmenuza más fácilmente y altera el ánima de las Lo que sería un inconveniente para un cañón desti-nado a un largo servicio pero no para nuestro colum-biad. No corremos riesgo alguno de explosión, y necesi-tamos que la pólvora se inflame instantáneamente para que su efecto mecánico sea completo. Podríamos dijo J. T. Maston tiempo a distintos puntos. abrir varios aguje-ros para aplicar el fuego a un mismo Sin duda respondió Elphiston . Pero complica-ríamos la operación. Me atengo, pues, a mi pólvora de grano grueso que allana todas las dificultades. Sea respondió el general. Para cargar su columbiad añadió el mayor Rod-man empleaba una pólvora de granos gruesos como cas-tañas, hecha con carbón de sauce, tostado sencillamente en calderas de hierro fundido. Era una pólvora dura y brillante, que no manchaba la mano; contenía una gran proporción de hidrógeno y de oxígeno, se inflamaba instantáneamente y, aunque muy desmenuzable, no de-terioraba sensiblemente las bocas de fuego. Me parece, pues está hecha. respondió J. T. Maston , que no debemos vacilar y que la elección A no ser que prefiráis la pólvora de oro replicó el mayor riendo, to que le valió un ademán amenazador con que le contestó la mano postiza de su susceptible