¿Y qué pretendéis deducir de eso?
preguntó el presidente.
Si lleváis vuestra teoría al último extremo, mi que-rido mayor dijo J. T. Maston ,
resultará que cuando una bala tenga un peso suficiente, no se necesitará pól-vora alguna.
Mi amigo Maston se chancea hasta en las ocasiones más solemnes replicó el mayor ;
pero tranquilizaos. No tardaré en proponerle cantidades de pólvora que de-jarán satisfecho
su amor propio de artillero. Pero tenía interés en dejar consignado que durante la guerra, la
ex-periencia demostró que para cargar piezas de mayor ca-libre, el peso de la pólvora podía
reducirse perfectamen-te a una décima parte del que tiene la bala.
No hay nada más exacto dijo Morgan . Pero an-tes de determinar la cantidad de
pólvora necesaria para dar el impulso, opino que convendría ponernos de acuerdo sobre su
naturaleza.
Emplearemos la pólvora de grano grueso
es más rápida que la de la pólvora fina.
Sin duda
piezas.
respon-dió el mayor , porque su deflagración
replicó Morgan . Pero se desmenuza más fácilmente y altera el ánima de las
Lo que sería un inconveniente para un cañón desti-nado a un largo servicio pero no para
nuestro colum-biad. No corremos riesgo alguno de explosión, y necesi-tamos que la
pólvora se inflame instantáneamente para que su efecto mecánico sea completo.
Podríamos dijo J. T. Maston
tiempo a distintos puntos.
abrir varios aguje-ros para aplicar el fuego a un mismo
Sin duda respondió Elphiston . Pero complica-ríamos la operación. Me atengo, pues, a
mi pólvora de grano grueso que allana todas las dificultades.
Sea
respondió el general.
Para cargar su columbiad añadió el mayor Rod-man empleaba una pólvora de granos
gruesos como cas-tañas, hecha con carbón de sauce, tostado sencillamente en calderas de
hierro fundido. Era una pólvora dura y brillante, que no manchaba la mano; contenía una
gran proporción de hidrógeno y de oxígeno, se inflamaba instantáneamente y, aunque muy
desmenuzable, no de-terioraba sensiblemente las bocas de fuego.
Me parece, pues
está hecha.
respondió J. T. Maston , que no debemos vacilar y que la elección
A no ser que prefiráis la pólvora de oro replicó el mayor riendo, to que le valió un
ademán amenazador con que le contestó la mano postiza de su susceptible