En general, se cree, y se repite sin cesar, que la pól-vora fue inventada en el siglo xiv por el
fraile Schwartz, cuyo descubrimiento le costó la vida. Pero en la actuali-dad está casi
probado que esta historia se debe colocar entre las leyendas de la Edad Media.
La pólvora no ha sido inventada por nadie; resulta directamente del fuego griego,
compuesto como ella de azufre y salitre, si bien estas mezclas, que en el fuego griego no
eran más que mezclas de dilatación, en la pól-vora, tal como se conoce actualmente, al
inflamarse pro-ducen un estrépito.
Pero si bien los eruditos conocen perfectamente la falsa historia de la pólvora, pocos son los
que saben dar-se cuenta de su poder mecánico, sin cuyo conocimiento no es posible
comprender la importancia del asunto so-metido a la comisión.
Un litro de pólvora pesa aproximadamente 2 libras (900 gramos), y produce, al inflamarse,
400 libras de ga-ses, que haciéndose libres, y bajo la acción de una tem-peratura elevada a
2.400°, ocupan el espacio de 4.000 li-tros. El volumen de la pólvora es, pues, a los
volúmenes de los gases producidos por su combustión o deflagra-ción to que 1 es a 4.000.
Júzguese cuál debe ser el ímpetu de estos gases cuando se hallan comprimidos en un
es-pacio reducido cuatro mil veces para contenerlos.
He aquí to que sabían perfectamente los miembros de la comisión cuando se citaron para la
tercera sesión. Barbicane concedió la palabra al mayor. Elphiston había sido durante la
guerra director de las fábricas de pólvora.
Mis buenos camaradas dijó el distinguido quími-co , vamos a enumerar unos
guarismos irrecusables que nos servirán de base. La bala de veinticuatro de que ha-blaba
ayer el respetable J. T. Maston en términos tan poéticos, sale de la boca de fuego empujada
por dieciséis libras de pólvora.
¿Estáis seguro de la cifra?
preguntó el presidente.
Absolutamente seguro respondió el mayor . El ca-ñón Armstrong no se carga más que
con setenta y cinco li-bras de pólvora para arrojar un proyectil de ochocientas libras, y el
columbiad Rodman, no gasta más que ciento setenta libras de pólvora para enviar a seis
millas de dis-tancia su bala de media tonelada. Éstos son hechos acerca de los cuales no
cabe la menor duda, pues los he compro-bado yo mismo en las actas de la Junta de
artillería.
Perfectamente
respondió el general.
De estos guarismos repuso el mayor se deduce que la cantidad de pólvora no aumenta
con el peso de la bala. En efecto, si bien se necesitan dieciséis libras de pólvora para una
bala de veinticuatro, o, en otros térmi-nos, si bien en los cañones ordinarios se emplea una
cantidad de pólvora cuyo peso es dos terceras partes el del proyectil, esta proporción no es
constante. Calculad y veréis que para una bala de media tonelada, en lugar de trescientas
treinta y tres libras de pólvora, se reduce esta cantidad a ciento sesenta libras solamente.