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En efecto respondió Barbicane , el hierro fundido cuesta diez veces menos que el bronce; es fácil de fundir y de amoldar, y se deja trabajar dócilmente. Su adopción economiza dinero y tiempo. Recuerdo, además, que du-rante la guerra, en el sitio de Atlanta, hubo piezas de hie-rro que de veinte en veinte minutos dispararon más de mil tiros sin experimentar deterioro alguno. Pero el hierro fundido es quebradizo respondió Morgan. Sí, pero también muy resistente. Además, no re-ventará, respondo de ello. Un cañón puede reventar y ser bueno replicó sen-tenciosamente J. T. Maston, abogando pro domu sua como si se sintiese aludido. Es evidente respondió Barbicans . Me permito, pues, suplicar a nuestro digno secretario que calcule el peso de un cañón de hierro fundido de 900 pies de longi-tud y de un diámetro interior o calibre de 9 pies, con un grueso de 6 pies en sus paredes. Al momento respondió J. T. Maston. Y como to había hecho en la sesión anterior, hizo sus cálculos con una maravillosa facilidad, y dijo al cabo de un minuto: El cañón pesará 68.040 toneladas. ¿Y a dos céntimos la libra, costará...? Dos millones quinientos diez mil setecientos un dólares. J. T. Maston, el mayor y el general, miraron con in-quietud a Barbicane. Señores faltarán. dijo éste , repito to que dije ayer: estad tranquilos, los millones no nos Dadas estas seg