En efecto
respondió el general Morgan.
Sin embargo repuso Barbicane , después de ma-duras reflexiones, me ha parecido que
la cuestión del proyectil debía preceder a la del cañón, y que las dimen-siones de éste
debían subordinarse a las de aquél.
Pido la palabra
lijo J. T. Maston.
Se le concedió la palabra con la prontitud y esponta-neidad a que le hacía acreedor su
magnífico pasado.
Mis dignos amigos dijo con acento inspirado , nuestro presidente tiene razón en dar a
la cuestión del proyectil preferencia sobre todas las otras. La bala que vamos a enviar a la
Luna es nuestro mensajero, nuestro embajador, y os suplico que me permitáis considerarlo
bajo un punto de vista puramente moral.
Esta manera nueva de examinar un proyectil excitó singularmente la curiosidad de los
miembros de la comi-sión, por to que escucharon con la más viva atención las palabras de
J. T. Maston.
Mis queridos colegas repuso éste , seré breve. Dejaré a un lado la bala física, la bala
que mata, para no ocuparme más que de la bala matemática, la bala moral. La bala es para
mí la más brillante manifestación del po-der humano; éste se resume enteramente en ella:
creán-dola es como el hombre se ha acercado más al Creador.
¡Muy bien!
dijo el mayor Elphiston.
En efecto exclamó el orador , si Dios ha hecho las estrellas y los planetas, el hombre
ha hecho la bala, este criterio de las velocidades terrestres, esta reducción de los astros
errantes en el espacio, que en definitiva tam-poco son más que proyectiles. ¡A Dios
corresponde la velocidad de la electricidad, la velocidad de la luz, la ve-locidad de las
estrellas, la velocidad de los cometas, la velocidad de los planetas, la velocidad de los
satélites, la velocidad del sonido, la velocidad del viento! ¡Pero a nosotros la velocidad de
la bala, cien veces superior a la de los trenes y a la d e los caballos más rápidos!
J. T. Maston estaba en éxtasis: su voz tomaba acen-tos líricos cantando este himno sagrado
a la bala.
¿Queréis cifras? repuso . ¡Os las presentaré elo-cuentes! Fijaos sencillamente en la
modesta bala de vein-ticuatro(1): si bien corre con una velocidad ochocientas mil veces
menor que la de la electricidad, seiscientas cua-renta mil veces menor que la de la luz, y
setenta y seis ve-ces menor que la de la Tierra en su movimiento de trasla-ción alrededor
del Sol, sin embargo, al salir del canon, excede en rapidez al sonido,(2) avanza 200 toesas
por se-gundo, 2.000 toesas en diez segundos, 14 millas por minuto (6 leguas), 840 millas
por hora (360 leguas) y 20.100 millas por día (8.640 leguas), es decir, la velocidad de los
puntos del ecuador en el movimiento de rotación del globo, que es de 7.336.500 millas por