es capaz de figurarse to que el buen francés quería llevar a la Luna. Una verdadera pacotilla
de superfluida-des. Pero Barbicane intervino y todo se redujo a to es-trictamente necesario.
Se colocaron en el cofre de los instrumentos varios termómetros, barómetros y anteojos.
Los viajeros tenían curiosidad de examinar la Luna durante la travesía, y para facilitar el
reconocimiento de su nuevo mundo, iban provistos de un excelente mapa de Beer y
Moedler, Mapa selenographica, publicado en cuatro hojas, que pasa, con razón, por una
verdadera obra maestra de observación y paciencia. En dicho mapa se reproducen con
escrupulosa exactitud los más insig-nificantes pormenores de la porción del astro que mira
a la Tierra; montañas, valles, circos, cráteres, picos, ranuras, se ven en él con 7W0