Pero, como se ve, a pesar de tan colosales dimensio-nes, los aumentos obtenidos no
pasaban, en números re-dondos, de seis mil. Pero seis mil aumentos no aproxi-man la Luna
más que a 39 millas y sólo dejan percibir los objetos que tienen un diámetro de 60 pies, a
no ser que estos objetos sean muy prolongados.
Ahora se trataba de un proyectil de 9 pies de ancho y 15 de largo, por to que era menester
acercar por to me-nos la Luna a la distancia de 5 millas, y producir al efec-to un aumento
de cuarenta y ocho mil veces.
Tal era la cuestión que tenía que resolver el observatorio de Cambridge, el cual no debía
detenerse por nin-guna dificultad económica, y, por consiguiente, sólo ha-bía que pensar en
resolver las materiales.
En primer lugar, fue preciso optar entre los telesco-pios y los anteojos. Éstos tienen
ventajas sobre los teles-copios. En igualdad de objetivos, permiten obtener aumentos más
considerables, porque los rayos lumino-sos que atraviesan las lentes pierden menos por la
absor-ción que por la reflexión en el espejo metálico de los te-lescopios. Pero el grueso que
se puede dar a una lente es limitado, porque, siendo mucho, no deja pasar los ra-yos
luminosos. Además, la construcción de tan enormes lentes es excesivamente difícil y se
cuenta por años el tiempo considerable que exige.
Pero aunque las imágenes se presentan más claras en los anteojos, ventaja inapreciable
cuando se trata de ob-servar la Luna, cuya luz es simplemente reflejada, se re-solvió
emplear el telescopio, que es de una ejecución más pronta y permite obtener mayor
aumento. Sólo que, como los rayos luminosos pierden una gran parte de su intensidad
atravesando la atmósfera, el Gun Club determinó colocar el instrumento en una de las más
ele-vadas montañas de la Unión, to que había de disminuir la densidad de las capas aéreas.
En los telescopios, como hemos visto, el ocular, es decir, la lente colocada en el ojo del
observador produce el aumento, y el objetivo que consiente los aumentos más