En cuanto a la potasa cáustica, es una materia muy ávida de ácido carbónico mezclado con
el aire, y basta agitarla para que se apodere de él y forme bicarbonato de potasa. Ya
tenemos también absorbido el ácido car-bónico. Combinando estos dos medios, se
devuelven al aire viciado todas sus cualidades vivificadoras, y esto es to que los dos
químicos, los señores Reisset y Regnault, habían experimentado con éxito.
Pero, fuerza es decirlo, el experimento hasta enton-ces se había hecho únicamente in anima
vili. Por mucha que fuese su precisión científica, se ignoraba absoluta-mente cómo to
sobrellevarían los hombres.
Tal fue la observación que hizo en la sesión donde se trató tan grave materia. Michel Ardan
no quería poner en duda la posibilidad de vivir por medio de aquel aire artificial, y se
brindó a ensayarlo en sí mismo antes de la partida.
Pero el honor de la prueba fue enérgicamente recla-mado por J. T. Maston.
Ya que yo no parto dijo este bravo artillero , to menos que se me debe conceder es que
habite el proyec-til durante ocho días.
Hubiera sido injusto no acceder a su demanda. Se le quiso complacer. Se puso a su
disposición una cantidad suficiente de clorato de potasa y de potasa cáustica, con víveres
para ocho días, y el 12 de noviembre, a las seis de la mañana, después de dar un apretón de
manos a sus amigos y haber recomendado expresamente que no se abriese su cárcel antes
de las seis de la tarde del día 20, se deslizó en el proyectil, cuya plancha se cerró luego
her-méticamente.
¿Qué sucedió durante aquellos ocho días? Es impo-sible saberlo. Las gruesas paredes del
proyectil no per-mitían oír desde el exterior ningún ruido de los que en su interior se
producían.
El 20