¿Para qué, amigo Barbicane? ¡Ay! Por el mero hecho de preguntarlo, temo que no to
comprenderías nunca.
Habla, hombre, habla.
-Pues bien, en mi concepto, en todo lo que se hace debe intervenir algo el gusto artístico, y
es mejor. ¿Co-noces una comedia india que se llama El carretón del niño?
No la he oído nombrar en mi vida
respondió Bar-bicane.
Lo creo, no es menester que me lo jures repuso Michel . Sabes, pues, que en dicha
pieza hay un ladrón que en el momento de agujerear la pared de una casa, se pregunta si
dará a su agujero la forma de una lira, de una flor, de un pájaro o de un ánfora. Pues bien,
dime, amigo Barbicane, si en aquella época hubieras formado parte
de un jurado para juzgar a ese ladrón, ¿le hubieras con-denado?
Y no le hubiera valido la bula de Meco respondió el presidente del Gun Club . Le
hubiera condenado sin vacilar, y con la circunstancia agravante de fractura.
Pues yo le hubiera absuelto, amigo Barbicane. He aquí por qué tú no podrás nunca
comprenderme.
Ni trataré de ello, valeroso artista.
Pero, al menos añadió Michel Ardan , ya que el exterior de nuestro vagón deja algo
que desear, se me permitirá amueblarlo a mi gusto, y con todo el lujo que corresponde a
embajadores de la Tierra.
Acerca del particular, mi valeroso Michel
sayo, y tienes carta blanca.
respon-dió Barbicane , harás de to capa un
Pero antes de pasar a to agradable, el presidente del Gun Club había pensado en to útil, y
el procedimiento inventado por él para amortiguar los efectos de la reper-cusión, fue
aplicado con una inteligencia perfecta.
Barbicane se había dicho, no sin razón, que no ha-bría ningún resorte bastante poderoso
para amortiguar el choque, y durante su famoso paseo en el bosque de Skernaw logró, al
cabo, resolver esta gran dificultad de una manera ingeniosa. Pensó en pedir al agua tan
se-ñalado servicio. He aquí cómo.
El proyectil debía llenarse de agua hasta la altura de tres pies. Esta capa de agua estaba
destinada a sostener un disco de madera, perfectamente ajustado, que se des-lizase rozando
por las paredes interiores del proyectil, y constituía una verdadera almadía en que se
colocaban los pasajeros. La masa líquida estaba dividida por tabi-ques horizontales que, al
partir el proyectil, el choque debía romper sucesivamente. Entonces todas las capas de
agua, desde la más alta a la más baja, escapándose por tubos de desagüe hacia la parte