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¡Cómo! exclamó . ¡Tú aquí! ¡Ya apareció aque-llo,amigo mío! ¡Ya apareció aquello! ¿Qué? ¡Mi medio! ¿Qué medio? ¡El de anular el efecto de la repercusión al arrancar el proyectil! ¿De veras? dijo Michel, mirando al capitán con el rabillo del ojo. ¡Sí, con agua! ¡Con agua común, que amortigua-rá...! ¡Ah, Maston! Barbicane . ¡Vos también! exclamó El mismo respondió Michel Ardan . Y permíta-me presentarle al mismo tiempo al digno capitán Ni-choll. ¡Nicholl! exclamó Barbicane, que se puso en pie al momento . Perdón, capitán dijo . Había olvidado... Estoy pronto... Michel Ardan intervino sin dar a los dos enemigos tiempo de interpelarse. ¡Voto al chápiro! dijo . ¡Fortuna ha sido que va-lientes como vosotros no se hayan encontrado antes! Ahora tendríamos que llorar a uno a otro de los dos. Pero gracias a Dios, que ha intervenido, no hay ya nada que temer. Cuando se olvida el odio para abismarse en problemas de mecánica o jugar una mala pasada a las arañas, el tal odio no es peligroso para nadie. Y Michel Ardan contó al presidente la historia del capitán. Ahora quisiera que me dijeseis prosiguió si dos hombres de tan buenos sentimientos como vosotros, han sido creados para romperse la cabeza a balazos. En aquella situación, un si es no es ridícula, había algo tan inesperado, que Barbicane y Nicholl no sabían qué actitud adoptar uno respecto de otro. Michel Ardan to comprendió, y resolvió precipitar la reconciliación. Mis buenos amigos dijo, dejando asomar a sus la-bios su mejor sonrisa , entre vosotros sólo ha habido un malentendido. No ha habido otra cosa. Pues bien, para probar que todo entre vosotros ha concluido, y puesto que sois hombres a quienes no duelen prendas y saben arriesgar su piel, aceptad francamente la proposición que voy a haceros. Hablad dijo Nicholl. El amigo Barbicane cree que su proyectil irá dere-cho a la Luna.