y a decirme lo que con ella hubiéredes pasado; condiciones que, conforme a las que pusimos antes
de nuestra batalla, no salen de los términos de la andante caballería.
–Confieso –dijo el caído caballero– que vale más el zapato descosido y sucio de la señora Dulcinea
del Toboso que las barbas mal peinadas, aunque limpias, de Casildea, y prometo de ir y volver de su
presencia a la vuestra, y daros entera y particular cuenta de lo que me pedís.
–También habéis de confesar y creer –añadió don Quijote– que aquel caballero que vencistes no fue
ni pudo ser don Quijote de la Mancha, sino otro que se le parecía, como yo confieso y creo que vos,
aunque parecéis el bachiller Sansón Carrasco, no lo sois, sino otro que le parece, y que en su figura
aquí me le han puesto mis enemigos, para que detenga y temple el ímpetu de mi cólera, y para que
use blandament RFR