apretado se vuelve en león, yo, que soy hombre, Dios sabe en lo que podré volverme; y así, desde
ahora intimo a vuestra merced, señor
escudero, que corra por su cuenta todo el mal y daño que de nuestra pendencia resultare.
–Está bien –replicó el del Bosque–. Amanecerá Dios y medraremos.
En esto, ya comenzaban a gorjear en los árboles mil suertes de pintados pajarillos, y en sus diversos
y alegres cantos parecía que daban la norabuena y saludaban a la fresca aurora, que ya por las
puertas y balcones del oriente iba descubriendo la hermosura de su rostro, sacudiendo de sus
cabellos un número infinito de líquidas perlas, en cuyo suave licor bañándose las yerbas, parecía
asimesmo [que] ellas brotaban y llovían blanco y menudo aljófar; los sauces destilaban maná
sabroso, reíanse las fuentes, murmuraban los arroyos, alegrábanse las selvas y enriquecíanse los
prados con su venida. Mas, apenas dio lugar la claridad del día para ver y diferenciar las cosas,
cuando la primera que se ofreció a los ojos de Sancho Panza fue la nariz del escudero del Bosque,
que era tan grande que casi le hacía sombra a todo el cuerpo. Cuéntase, en efecto, que era de
demasiada grandeza, corva en la mitad y toda llena de verrugas, de color amoratado, como de
berenjena; bajábale dos dedos más abajo de la boca; cuya grandeza, color, verrugas y encorvamiento
así le afeaban el rostro, que, en viéndole Sancho, comenzó a herir de pie y de mano, como niño con
alferecía, y propuso en su corazón de dejarse dar docientas bofetadas antes que despertar la cólera
para reñir con aquel vestiglo.
Don Quijote miró a su contendor, y hallóle ya puesta y calada la celada, de modo que no le pudo ver
el rostro, pero notó que era hombre membrudo, y no muy alto de cuerpo. Sobre las armas traía una
so-brevista o casaca de una tela, al parecer, de oro finísimo, sembradas por ella muchas lunas
pequeñas de resplandecientes espejos, que le hacían en grandísima manera galán y vistoso;
volábanle sobre la celada grande cantidad de plumas verdes, amarillas y blancas; la lanza, que tenía
arrimada a un árbol, era grandísima y gruesa, y de un hierro acerado de más de un palmo.
Portal Educativo EducaCYL
http://www.educa.jcyl.es