Test Drive | Page 77

que de guardarlo eternamente juro. Con un ¡ay! arrancado, al parecer, de lo íntimo de su corazón dio fin a su canto el caballero del Bosque, y de allí a un poco, con voz doliente y lastimada, dijo: -¡Oh la más hermosa y la más ingrata mujer del orbe! ¿Cómo que será posible, serenísima Casildea de Vandalia, que has de consentir que se consuma y acabe en continuas peregrinaciones y en ásperos y duros trabajos este tu cautivo caballero? ¿No basta ya que he hecho que te confiesen por la más hermosa del mundo todos los caballeros de Navarra, todos los leoneses, todos los tartesios, todos los castellanos, y finalmente, todos los caballeros de la Mancha? -Eso no -dijo a esta sazón don Quijote-, que yo soy de la Mancha, y nunca tal he confesado, ni podía ni debía confesar una cosa tan perjudicial a la belleza de mi señota; y este tal caballero ya ves tú, Sancho, que desvaría. Pero escuchemos: quizás se declarará más. -Sí hará -replicó Sancho-: que término lleva de quejarse un mes arreo. Pero no fue así; porque habiendo entreoído el Caballero del Bosque que hablaban cerca dél, sin pasar adelante en su lamentación, se puso en pie y dijo con voz sonora y comedida: -¿Quién va allá? ¿Qué gente? ¿Es por ventura de la del número de los contentos, o de la del de los afligidos? -De los afligidos -respondió don Quijote. -Pues lléguese a mí -respondió el del Bosque-, y hará cuenta que se llega a la mesma tristeza y a la afición mesma. Don Quijote, que se vio responder tan tierna y comedidamente, se llegó a él, y Sancho ni más ni menos. El caballero lamentador asió a don Quijote del brazo diciendo: Portal Educativo EducaCYL http://www.educa.jcyl.es