nuestras aventuras y dejando al tiempo que haga de las suyas; que él es mejor médico destas y de
otras mayores enfermedades.
Responder quería don Quijote a Sancho Panza; pero estorbóselo una carreta que salió al través del
camino, cargada de los más diversos y extraños personajes y figuras que pudieron imaginarse. El
que guiaba las mulas y servía de carretero era un feo demonio. Venía la carreta descubierta al cielo
abierto, sin toldo ni zarzo. La primera figura que se ofreció a los ojos de don Quijote fue la de la
misma Muerte, con rostro humano; junto a ella venía un ángel con unas grandes y pintadas alas; al
un lado estaba un emperador con una corona, al parecer de oro, en la cabeza; a los pies de la Muerte
estaba el dios que llaman Cupido, sin venda en los ojos, pero con su arco, carcaj y saetas; venía
también un caballero armado de punta en blanco, excepto que no traía morrión, ni celada, sino un
sombrero lleno de plumas de diversos colores; con éstas venían otras personas de diferentes trajes y
rostros. Todo lo cual visto de improviso, en alguna manera alborotó a don Quijote y puso miedo en
el corazón de Sancho; mas luego se alegró don Quijote, creyendo que se le ofrecía alguna nueva y
peligrosa aventura, y con est e pensamiento, y con ánimo dispuesto de acometer cualquier peligro, se
puso delante de la carreta y con voz alta y amenazadora, dijo:
-Carretero, cochero, o diablo, o lo que eres, no tardes en decirme quién eres, a dó vas y quién es la
gente que llevas en tu carricoche, que más parece la barca de Carón que carreta de las que se usan.
A lo cual, mansamente, deteniendo el diablo la carreta, respondió:
-Señor, nosotros somos recitantes de la compañía de Angulo el Malo; hemos hecho en un lugar que
está detrás de aquella loma, esta mañana, que es la octava del Corpus, el auto de Las Cortes de la
Muerte, y hémosle de hacer esta tarde en aquel lugar que desde aquí me parece; y por estar tan
cerca y excusar el trabajo de desnudamos y volvernos a vestir, nos vamos vestidos con los mesmos
vestidos que representamos. Aquel mancebo va de muerte; el otro de ángel; aquella mujer, que es la
del autor, va de reina; el otro, de soldado; aquél, de emperador, y yo, de demonio, y soy una de las
principales figuras del auto, porque hago en esta compañía los primeros papeles. Si otra cosa vuesa
merced desea saber de nosotros, pregúntemelo; que yo le sabré responder con toda puntualidad;
que, como soy demonio, todo se me alcanza.
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