-Eso puedes tú decir bien, Sancho –replicó don Quijote-, pues la viste en la entereza cabal de su
hermosura; que el encanto no se extendió a turbarte la vista ni a encubrirte su belleza: contra mi
solo y contra mis ojos se endereza la fuerza de su veneno. Mas, con todo esto, he caído, Sancho, en
una cosa, y es que me pintaste mal su hermosura; porque, si mal no me acuerdo, dijiste que tenía los
ojos de perlas, y los ojos que parecen de perlas antes son de besugo que de dama; y a lo que yo creo,
los de Dulcinea deben ser de verdes esmeraldas, rasgados, con dos celestiales arcos que les sirven de
cejas; y esas perlas quítalas de los ojos y pásalas a los dientes; que sin duda te trocaste, Sancho,
tomando los ojos por los dientes.
-Todo puede ser -respondió Sancho-; porque también me turbó a mí su hermosura como a vuesa
merced su fealdad. Pero encomendémoslo todo a Dios; que El es el sabidor de las cosas que han de
suceder en este valle de lágrimas, en este mal mundo que tenemos, donde apenas se halla cosa que
esté sin mezcla de maldad, embuste y bellaquería. De una cosa me pesa, señor mío, más que de
otras; que es pensar qué medio se ha de tener cuando vuesa merced venza a algún gigante o otro
caballero, y le mande que se vaya a presentar ante la hermosura de la señora Dulcinea: ¿adónde la
ha de hallar este pobre gigante, o este pobre y mísero caballero vencido? Paréceme que los veo
andar por el Toboso hechos unos bausanes, buscando a mi señora Dulcinea, y aunque la encuentren
en mitad de la calle, no la conocerán más que a mi padre.
-Quizá, Sancho -respondió don Quijote-, no se extenderá el encantamento a quitar el conocimiento
de Dulcinea a los vencidos y presentados gigantes y caballeros; y en uno o dos de los primeros que
yo venza y le envíe haremos la experiencia si la ven o no, mandándoles que vuelvan a darme relación
de lo que acerca desto les hubiese sucedido.
-Digo, señor -replicó Sancho-, que me ha parecido bien lo que vuesa merced ha dicho, y que con ese
artificio vendremos en conocimiento de lo que deseamos; y si es que ella a solo vuesa merced se
encubre, la desgracia más será de vuesa merced que suya; pero como la señora Dulcinea tenga salud
y contento, nosotros por acá nos avendremos y lo pasaremos lo mejor que pudiéremos, buscando
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