hacerle peor, no acertara’’. Prosiguieron su juego, peloteando otros libros, y yo, por haber oído
nombrar a don Quijote, a quien tanto adamo y quiero, procuré que se me quedase en la memoria
esta visión.
–Visión debió de ser, sin duda –dijo don Quijote–, porque no hay otro yo en el mundo, y ya esa
historia anda por acá de mano en mano, pero no para en ninguna, porque todos la dan del pie. Yo
no me he alterado en oír que ando como cuerpo fantástico por las tinieblas del abismo, ni por la
claridad de la tierra, porque no soy aquel de quien esa historia trata. Si ella fuere buena, fiel y
verdadera, tendrá siglos de vida; pero si fuere mala, de su parto a la sepultura no será muy largo el
camino.
Iba Altisidora a proseguir en quejarse de don Quijote, cuando le dijo don Quijote:
–Muchas veces os he dicho, señora, que a mí me pesa de que hayáis colocado en mí vuestros
pensamientos, pues de los míos antes pueden ser agradecidos que remediados; yo nací para ser de
Dulcinea del Toboso, y los hados, si los hubiera, me dedicaron para ella; y pensar que otra alguna
hermosura ha de ocupar el lugar que en mi alma tiene es pensar lo imposible. Suficiente desengaño
es éste para que os retiréis en los límites de vuestra honestidad, pues nadie se puede obligar a lo
imposible.
Oyendo lo cual Altisidora, mostrando enojarse y alterarse, le dijo:
–¡Vive el Señor, don bacallao, alma de almirez, cuesco de dátil, más terco y duro que villano rogado
cuando tiene la suya sobre el hito, que si arremeto a vos, que os tengo de sacar los ojos! ¿Pensáis por
ventura, don vencido y don molido a palos,
que yo me he muerto por vos? Todo lo que habéis visto esta noche ha sido fingido; que no soy yo
mujer que por semejantes camellos había de dejar que me doliese un negro de la uña, cuanto más
morirme.
–Eso creo yo muy bien –dijo Sancho–, que esto del morirse los enamorados es cosa de risa: bien lo
pueden ellos decir, pero hacer, créalo Judas.
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