-Eso es lo que yo digo también –respondió Sancho-; y pienso que en esa leyenda o historia que nos
dijo el bachiller Carrasco que de nosotros había visto debe de andar mi honra a coche acá, cinchado;
y, como dicen, al estricote, aquí y allí, barriendo las calles. Pues a fe de bueno que no he dicho yo
mal de ningún encantador, ni tengo tantos bienes, que pueda ser envidiado; bien es verdad que soy
algo malicioso, y que tengo mis ciertos asomos de bellaco; pero todo lo cubre y tapa la gran capa de
la simpleza mía, siempre natural y nunca artificiosa; y cuando otra cosa no estuviese sino el creer,
como siempre creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la santa
Iglesia Católica Romana, y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos, debían los
historiadores tener misericordia de mí y tratarme bien en sus escritos. Pero digan lo que quisieren;
que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; aunque por yerme puesto en libros y andar
por ese mundo de mano en mano, no se me da un higo que digan de mí todo lo que quisieren.
-Eso me parece, Sancho -dijo don Quijote-, a lo que sucedió a un famoso poeta destos tiempos, el
cual, habiendo hecho una maliciosa sátira contra todas las damas cortesanas, no puso ni nombré en
ella a una dama que se podía dudar si lo era o no; la cual, viendo que no estaba en la lista de las
demás, se quejó al poeta diciéndole que qué había visto en ella para no ponerla en el número de las
otras, y que alargase la sátira y la pusiese en el ensanche; si no, que mirase para lo que había nacido.
Hízolo así el poeta, y púsola cual no digan dueñas, y ella quedó satisfecha, por verse con fama,
aunque infame. También viene con esto lo que cuentan de aquel pastor que puso fuego y abrasó el
templo famoso de Diana, contado por una de las siete maravillas del mundo, sólo porque quedase
vivo su nombre en los siglos venideros; y aunque se mandó que nadie le nombrase, ni hiciese por
palabra o por escrito mención de su nombre, porque no consiguiese el fin de su deseo, todavía se
supo que se llamaba Eróstrato. También alude a esto lo que sucedió al grande emperador Carlo V
con un caballero en Roma. Quiso ver el emperador aquel famoso templo de la Rotunda, que en la
antigüedad se llamó el templo de todos los dioses, y ahora, con mejor vocación, se llama de todos los
santos, y es el edificio que mas entero ha quedado de los que alzó la gentilidad en Roma, y es el que
más conserva la fama de la grandiosidad y magnificencia de sus fundadores; él es de hechura de una
Portal Educativo EducaCYL
http://www.educa.jcyl.es