temblando de miedo como alborotado don Quijote. De punto en punto iba creciendo el ruido, y,
llegándose cerca a los dos temerosos; a lo menos, al uno, que al otro, ya se sabe su valentía.
Es, pues, el caso que llevaban unos hombres a vender a una feria más de seiscientos puercos, con los
cuales caminaban a aquellas horas, y era tanto el ruido que llevaban y el gruñir y el bufar, que
ensordecieron los oídos de don Quijote y de Sancho, que no advirtieron lo que ser podía. Llegó de
tropel la estendida y gruñidora piara, y, sin tener respeto a la autoridad de don Quijote, ni a la de
Sancho, pasaron por cima de los dos, deshaciendo las trincheas de Sancho, y derribando no sólo a
don Quijote, sino llevando por añadidura a Rocinante. El tropel, el gruñir, la presteza con que