disparate que sentencia. Pero dejémonos desto, y, pues ya viene la noche, retirémonos del camino
real algún trecho, donde pasaremos esta noche, y Dios sabe lo que será mañana.
Retiráronse, cenaron tarde y mal, bien contra la voluntad de Sancho, a quien se le representaban las
estrechezas de la andante caballería usadas en las selvas y en los montes, si bien tal vez la
abundancia se mostraba en los castillos y casas, así de don Diego de Miranda como en las bodas del
rico Camacho, y de don Antonio Moreno; pero consideraba no ser posible ser siempre de día ni
siempre de noche, y así, pasó aquélla durmiendo, y su amo velando.
CAPÍTULO 68: De la cerdosa aventura que le aconteció a don Quijote
Era la noche algo escura, puesto que la luna estaba en el cielo, pero no en parte que pudiese ser
vista: que tal vez la señora Diana se va a pasear a los antípodas, y deja los montes negros y los valles
escuros. Cumplió don Quijote con la naturaleza durmiendo el primer sueño, sin dar lugar al
segundo; bien al revés de Sancho, que nunca tuvo segundo, porque le duraba el sueño desde la
noche hasta la mañana, en que se mostraba su buena complexión y pocos cuidados. Los de don
Quijote le desvelaron de manera que despertó a Sancho y le dijo:
–Maravillado estoy, Sancho, de la libertad de tu condición: yo imagino que eres hecho de mármol, o
de duro bronce, en quien no cabe movimiento ni sentimiento alguno. Yo velo cuando tú duermes, yo
lloro cuando cantas, yo me desmayo de ayuno cuanto tú estás perezoso y desalentado de puro harto.
De buenos criados es conllevar las penas de sus señores y sentir sus sentimientos, por el bien
parecer siquiera. Mira la serenidad desta noche, la soledad en que estamos, que nos convida a
entremeter alguna vigilia entre nuestro sueño. Levántate, por tu vida, y desvíate algún trecho de
aquí, y con buen ánimo y denuedo agradecido date trecientos o cuatrocientos azotes a buena cuenta
de los del desencanto de Dulcinea; y esto rogando te lo suplico, que no quiero venir contigo a los
brazos, como la otra vez, porque sé que los tienes pesados. Después que te hayas dado, pasaremos lo
que resta de la noche cantando, yo mi ausencia y tú tu firmeza, dando desde agora principio al
ejercicio pastoral que hemos de tener en nuestra aldea.
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