efecto mi pensamiento: él prosiguió su camino, y yo me volví, vencido, corrido y molido de la caída,
que fue además peligrosa; pero no por esto se me quitó el deseo de volver a buscarle y a vencerle,
como hoy se ha visto. Y como él es tan puntual en guardar las órdenes de la andante caballería, sin
duda alguna guardará la que le he dado, en cumplimiento de su palabra. Esto es, señor, lo [que]
pasa, sin que tenga que deciros otra cosa alguna; suplícoos no me descubráis ni le digáis a don
Quijote quién soy, porque tengan efecto los buenos pensamientos míos y vuelva a cobrar su juicio
un hombre que le tiene bonísimo, como le dejen las sandeces de la caballería.
–¡Oh señor –dijo don Antonio–, Dios os perdone el agravio que habéis hecho a todo el mundo
en querer volver cuerdo al más gracioso loco que hay en él! ¿No veis, señor, que no podrá llegar el
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